En varios países desarrollados, algunos ejecutivos abandonan sus empleos por la moda del regreso a la naturaleza y la búsqueda de una vida más sencilla y más sana
Israel. – Dotan Goshen coloca con cuidado los melones en el fondo de una caja, luego los calabacines, los tomates y la lechuga. Con una sonrisa de satisfacción, este ex ejecutivo en una empresa tecnológica israelí observa su «cesta ecológica», lista para ser enviada.
La vida de Goshem, diplomado del Technion, el instituto de tecnología más prestigioso de Israel, dio un giro una noche de 2012 cuando su jefe lo llamó a casa para reprocharle su falta de dedicación, a pesar de que pasaba más de 50 horas semanales en el trabajo.
Al día siguiente, este treintañero de aspecto atlético, padre de tres hijos, presentó su dimisión para cumplir su sueño: dedicarse a la producción ecológica de frutas y verduras.
Como él, muchos israelíes que empezaron jóvenes en el floreciente mercado de la alta tecnología han decidido abandonar puestos prestigiosos y salarios elevados para adoptar un modo de vida más acorde con sus ideales.
El fenómeno no es exclusivo de Israel. En otros países desarrollados, algunos ejecutivos abandonan sus empleos, una tendencia alentada por la moda del regreso a la naturaleza y la búsqueda de una vida más sencilla y más sana.
Pero en Israel, donde la movilidad profesional es bastante alta y las redes de contratación menos formales, la tendencia es mucho más evidente, explica Daniel Barkat, que se dedica a la producción de chocolate vegano.
El paso por el ejército
«En Israel, saliendo de la unidad 8200 [del ejército], uno puede, sin ninguna educación universitaria, encontrarse en un puesto de responsabilidad en el sector de la alta tecnología y decidir hacer algo totalmente distinto años después», cuenta Barkat.
La prestigiosa unidad militar 8200 es un cuerpo que recoge, descifra y analiza las informaciones de inteligencia. En un país donde todos, salvo excepciones, deben hacer un servicio militar de 32 meses para los hombres y dos años para las mujeres, esa unidad es considerada como el mejor camino hacia el sector de la alta tecnología.
Muchos antiguos miembros de la 8200 fundaron compañías de punta en las tecnologías de internet.
Contratado como ejecutivo de una empresa de información financiera justo después de su servicio militar, Barkat, que tiene 29 años, abandonó ese círculo profesional para dedicarse al chocolate.
«A los 24 años tenía lo que algunos adultos tardan toda la vida en conseguir: un empleo estable, prestigioso y bien pagado», explica. «Pero mi trabajo era muy técnico, aburrido, sin sentido. Me pregunté: ‘Y ahora, ¿qué hago?».
Adepto al veganismo, que lleva años en boga en Israel, lanzó con su pareja un proyecto que le hacía mucha ilusión: un chocolate con leche que utiliza un sustituto de la leche de vaca elaborado con una mezcla de coco y soya.
Volver a sus raíces
Su empresa emplea ahora a 12 personas, y sus productos se distribuyen en un centenar de tiendas en el país.
La alta proporción de la población activa israelí que trabaja en el ámbito de la tecnología de punta, estimada en un 10%, aumenta las probabilidades de salida temprana del sector, asegura Daniel Haber, autor de un libro sobre las «sorpresas de la economía de Israel».
Pese a la ilusión de quienes eligen este camino, la transición no siempre es sencilla, como explica Eli Cohen, que decidió enseñar un método holístico que combina el taichí y el chi-kung -gimnasias asiáticas- con la automedicación.
«No fue sencillo al principio, no funcionaba. Tuve que seguir trabajando un poco en mi ámbito y aprender en paralelo los secretos de mi nueva vocación», explica.
Dotan Goshen modificó, por su parte, el orden de sus prioridades desde su reconversión. «Antes, tenía un coche de empresa y un sueldo muy bueno, y ahora no sé exactamente cuánto dinero gano. Pero estar más tiempo con mi familia y estar en contacto con la tierra no tiene precio», dice.
En Israel, el regreso al campo y a la espiritualidad tienen una connotación nostálgica de los primeros años después de la creación del Estado, afirma Haber.
«Los empleados del sector de la alta tecnología, constantemente bajo presión, sienten nostalgia de los viejos tiempos, del kibutz, del compartir, del mito fundador y espiritual del Estado», asegura.