Por: Equipo Editorial Intagri*
Los extractos vegetales, también conocidos como extractos botánicos, están adquiriendo cada día más importancia en el manejo biorracional de plagas y enfermedades de los diferentes cultivos como biopesticidas o bioplaguicidas. Lo anterior se debe a que las plantas sintetizan gran cantidad de sustancias, compuestos secundarios o metabolitos secundarios que tiene gran potencial insecticida y que constituyen una alternativa contra los insectos plaga, principalmente.
Algunos metabolitos secundarios de los vegetales, como alcaloides, glicoalcaloides, terpenoides, ácidos orgánicos o alcoholes, se consideran fuentes prometedoras de sustancias con acción protectora de las plantas contra plagas.
Los extractos de plantas que han sido evaluados y que tienen acción repelente o insecticida son: neem (Azadirachta indica), ajo (Allium salivum), guayaba (Psidium guajava), árbol del paraíso (Melia azedarach), tabaco (Nicotiana tabacumh), cempasúchil o flor de muerto (Tagetes erecta), entre otras.
Los metabolitos secundarios de las plantas representan un importante grupo económico utilizado en diferentes áreas como los bioplaguicidas. Uno de los más estudiados en los últimos años son los metabolitos secundarios derivados de la especie Capsicum annuum L., comúnmente conocido como chiles o ajíes. Los compuestos más importantes de esta especie son el grupo de alcaloides y capsaicinoides, donde estos últimos son derivados de la bencilamina. Capsicum es el único género conocido que produce capsaicinoides y la capsaicina es el principal y más activo compuesto picante del chile.
Hoy en día se sabe que el chile es una planta que tiene importantes atributos como repelentes de algunas plagas agrícolas, especialmente por la sustancia conocida como capsicina o capsaicina que contiene, por lo que en la actualidad existen lugares donde se utiliza como “repelente” o “excitante” y en sinergia con insecticidas químicos.
La capsaicina es un compuesto que se encuentra en los chiles y es la sustancia que le da el picor a los frutos. El picor o picante de los chiles se mide por la escala Scoville de picor, que es una serie de “unidades de picor” que oscilan entre 0 y 16 millones, dependiendo de la concentración de capsaicina.
Es importante señalar que los productos que contienen capsaicina se han utilizado principalmente para repeler insectos desde la antigüedad. La investigación de la literatura ha revelado que la capsaicina tiene efectos letales (toxicidad) y antialimentarios en varios insectos, que es otra razón por la cual la agricultura orgánica se dirige hacia el uso de bioplaguicidas.
Debido a la capacidad antimicrobiana de la capsaicina, en 1995 se sugirió por primera vez un producto que contiene capsaicina como ingrediente activo y que se clasificó dentro del grupo de los pesticidas bioquímicos. A partir del año 1995, se han registrado muchos productos insecticidas y rodenticidas a base de capsaicinoides (capsaicina, principalmente) en la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA, por sus siglas en ingles) de los Estados Unidos.
Los repelentes a base de capsaicina disponibles en el mercado, su principal función es repeler e inducir excitación en los insectos exponiéndolos a que sean un blanco más fácil para la acción de los insecticidas de síntesis.
En este sentido, este extracto botánico tiene gran potencial para ser usados no sólo en la agricultura orgánica, sino también en la agricultura convencional.
*Instituto para la Innovación Tecnológica en Agricultura. https://www.intagri.com