Las propuestas plantean el abastecimiento de productos básicos para la seguridad alimentaria; en segundo lugar, un nuevo sistema de financiamiento rural y en tercero, la investigación, transferencia de tecnología e innovación agrícola.
Redacción Agro Orgánico

Ciudad de México. – El cambio de administración federal en México abre la oportunidad de poner en marcha estrategias, programas y tecnologías innovadoras; implementar las asociaciones público – privadas y diseñar un sistema integral de financiamiento que permita democratizar el otorgamiento de crédito para el desarrollo del sector rural mexicano, señalaron los autores de la publicación el Agro y las Áreas Rurales en el México del Siglo XXI.
Durante la presentación de la publicación –coordinada por Marcel Morales Ibarra y Gerardo Torres Salcido– uno de los autores del libro y miembro del equipo que diseña el Plan Nacional de Desarrollo Agropecuario para el periodo 2018-2024, de la Coalición Juntos Haremos Historia, Javier Delgado Mendoza, mencionó que esta propuesta plantea tres prioridades para el sector agropecuario y agroalimentario de México.
Las propuestas –detalló– plantean el abastecimiento de productos básicos para la seguridad alimentaria; en segundo lugar, un nuevo sistema de financiamiento rural y en tercero, la investigación, transferencia de tecnología e innovación agrícola.
Agregó que de ganar las elecciones presidenciales, la coalición realizará un diagnóstico y redefinición de la Secretaría de Agricultura federal para ordenar, sumar y hacer más eficientes los 190 programas de apoyo al campo que operan actualmente y que requieren ser consolidados a través de la Sagarpa.
Respecto al desarrollo rural, el experto señaló que se debe considerar un poderoso programa de inversión en infraestructura y servicios”; extensionismo rural, con énfasis en comercialización y mercados; sistemas de financiamiento rural integral (ahorro, crédito y seguro, instrumentos de capital y cobertura de riesgo en general) para hacer realidad los proyectos de desarrollo. “En esencia se plantea una democratización del crédito y que la banca de desarrollo haga puntual y estrictamente esa labor desarrollo”, apuntó.
Por su parte, el director de Biofábrica Siglo XXI y coordinador del libro, Marcel Morales Ibarra, recordó que el reto que enfrenta la producción mundial de alimentos en el siglo XXI es de carácter cualitativo, ya que hay que producir 70 por ciento más en los próximos 20 años para cubrir la demanda de comida.
Sin embargo, el problema de fondo es que, paralelamente, se tiene que transformar el actual modelo de la producción agrícola, que se heredó de la Revolución Verde, de mediados del siglo pasado, “ya que se trata de un modelo absurdo, de altos costos, muy ineficiente y devastador con el medio ambiente”.
En este contexto, mencionó que los fertilizantes químicos representan el insumo más costoso para la producción, porque en las últimas dos décadas su precio se incrementó ocho veces al pasar del orden de mil 500 pesos por tonelada a 12 mil pesos, siendo el responsable directo de los altos costos de los alimentos. Por si fuera poco –dijo– “resulta el insumo más ineficiente, porque de cada 100 kilos que aplicamos la planta solo aprovecha 20 por ciento y 80 por ciento se desperdicia y contamina suelo, agua y atmósfera”.
Por lo anterior, planteó que una alternativa, viable y deseable a este problema está en los biofertilizantes, productos elaborados con microorganismos benéficos que ayudan a nutrir a la planta de manera más eficiente, a menor costo y sin contaminar, además de rescatar los suelos que son el único reservorio del planeta para la captura de bióxido de carbono.
Asimismo, consideró el uso de bioinsecticidas, biofungicidas y biorremediadores de suelos, tecnologías que “deben formar parte de las futuras políticas públicas de fomento y desarrollo agroalimentario, orientadas a transformar el actual modelo de producción, que está totalmente agotado.”
Por su parte, Gerardo Torres Salcido, otro de los coordinadores del libro, consideró que en la perspectiva de la incertidumbre sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) es necesario impulsar programas sobre los modelos y escalas del desarrollo.
Comentó que si bien se constata la existencia de un modelo agroindustrial a gran escala, con subsidios crecientes al campo e ineficientes para contener la pobreza, desigualdad y migración, por otro lado y a pesar de esta situación, han persistido pequeños emprendimientos y experiencias asociativas de orgánicos y comercio justo; sistemas productivos locales de producción de alimentos, de turismo rural y servicios ambientales asociados a la agricultura en pequeña escala y a la producción artesanal, que dan empleo e ingreso dignos a muchas familias, y muy significativamente a mujeres, en las áreas rurales.
En su oportunidad, Enrique Mérigo Orellana, director ejecutivo del Consejo Mexicano de Agrobiotecnología, AC, quien desarrolló el capítulo La visión del sector empresarial de las tendencias y retos del agro en el siglo XXI, consideró que es necesario partir de un enfoque de mercado, el cual pueda lograr una verdadera articulación entre los gustos y necesidades de los consumidores, la agroindustria que transforma las materias primas en esos satisfactores y la producción de las materias primas que corresponden al verdadero potencial y vocación productiva del sector agroalimentario nacional.
Este enfoque –explicó– debe sustentarse en condiciones reales de productividad y competitividad entre los diferentes eslabones, teniendo en cuenta la apertura de los mercados y las reglas globales de la aldea mundial que impactan el quehacer cotidiano de todos los participantes, estemos o no de acuerdo con que ello se haga.