La función del huerto urbano además de aumentar la oferta de alimentos, tiene también como propósito promover la diversificación de los productos alimentarios
Hace unas décadas los espacios rural y urbano se encontraban claramente delimitados por las actividades productivas que en ellos se realizaban, así como por las formas de vida que de ellas se derivaban. Actualmente, establecer fronteras entre ambos espacios resulta más complicado. En particular, con la agricultura urbana y periurbana, surgida como posibilidad para aumentar al abasto de alimentos en la ciudad, hubo necesidad de diferenciarla de la agricultura rural.
Así, la agricultura urbana se define como el cultivo de plantas y la crianza de animales menores para obtener alimentos, cuyo procesamiento y comercialización transcurre en las áreas urbanas, y en sus periferias. Incluye, entre otros, el cultivo de hortalizas y frutales a escala doméstica y, algunas veces, aves de corral. Los cultivos más representativos de esta actividad son los productos vegetales perecederos de mayor valor relativo y, en menor número, la producción de plantas ornamentales, aromáticas y medicinales.
La función del huerto urbano además de aumentar la oferta de alimentos, tiene también como propósito promover la diversificación de los productos alimentarios producidos mediante la aplicación de técnicas orgánicas, evitando el uso de agrotóxicos para recrear un ecosistema que se sostiene con la diversidad de los cultivos y su rotación.
La agricultura urbana brinda un marco en el que la familia, vecinos, o grupos afines, pueden aprender a observar y facilitar los procesos naturales (siembra, cuidados, floración–reproducción, cosecha, conservación, elaboración de alimentos, resiembra), la que además de tener propósitos productivos, tiene un contenido educativo y reconstructivo pues ayuda a fortalecer la integración social y el trabajo en equipo.
Además, la agricultura urbana, contribuye a la reducción del gasto familiar en alimentos, al satisfacer el autoconsumo, y al mismo tiempo fomenta la unión familiar, embellece las áreas urbanas y promueve la alimentación sana, así como el cuidado del medio ambiente al reutilizar los desechos orgánicos. Basta un pequeño espacio, una pequeña terraza, un balcón o una estancia bien iluminada para hacer un huerto urbano.
La agricultura urbana ofrece grandes oportunidades: alimentos frescos; aprovechamiento de los residuos orgánicos para utilizarlos como abono; mejora el ambiente; establece relaciones de género sin conflicto y ofrece un atractivo escenario de paisajismo para los citadinos, además de favorecer la recarga de los acuíferos urbanos.
Cuba es el uno de los mejores ejemplos de las posibilidades de este tipo de agricultura, En la Isla, para salir airosa del bloqueo y del periodo especial se privilegió la agricultura urbana y no faltaron los alimentos. Francia, y otros países de Europa, la tienen legislada, el Estado compensa a las familias por mantener espacios productivos en zonas urbanas y periurbanas, donde se evita la construcción de inmuebles.
La pertinencia para su impulso como política pública en México, radica en la multifuncionalidad de sus servicios, su contribución a la estrategia alimentaria y económica de familias pobres y de interés prioritario, como son las mujeres y los niños, así como la calidad sanitaria de sus productos.
Con información de La Jornada de Oriente