Los alimentos no tienen que ser solo bonitos, sino que tienen que ser nutritivos y saludables.
España. – Los cánones de belleza se aplican a personas, pinturas o esculturas, pero también a los alimentos: una predilección por lo estéticamente agradable que puede llevar a tirar productos “feos” o demasiado maduros; por ello, especialistas piden eliminar esos prejuicios para promover el aprovechamiento.
El Consejo de Ministros ha aprobado recientemente el proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, con el que quiere fomentar, entre otras medidas, que en las tiendas de más de 400 metros cuadrados haya líneas de venta de productos “considerados feos, imperfectos o poco estéticos” en condiciones óptimas de consumo.
Un marco normativo en línea con campañas que impulsa el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) desde hace tiempo, como “Aquí no se tira nada” o “Más alimentos, menos desperdicio”.
Pese a la novedad de la norma, son muchas las entidades que llevan años luchando contra el desecho de alimentos; la Fundación Espigoladors es una organización sin ánimo de lucro que desde 2014 lucha contra las pérdidas y el despilfarro alimentario, mientras empodera a personas en riesgo de exclusión social.
Entre las diferentes acciones que desarrollan, está el “espigueo” de explotaciones; tras haber firmado acuerdos de colaboración con los productores, recogen las frutas y verduras que se han quedado en ellas por diferentes motivos y las destinan a entidades sociales.
La investigadora de la fundación Berta Vidal explica, en declaraciones a Efeagro, que algunas veces recogen descartes de la cosecha y en otras ocasiones pueden elegir con mayor libertad porque a los productores no les ha compensado cosechar por los bajos precios que reciben en origen.
En 2020, recuperaron 446.794 kilos de fruta y verdura de diferentes “espigueos” realizados en Cataluña, con casi 2.000 voluntarios.
Por otro lado, cuentan con una empresa de inserción sociolaboral en el barrio de San Cosme del Prat de Llobregat en el que fabrican diferentes productos bajo la marca “Es Im-perfect”, como compotas, mermeladas o salsas, con frutas y verduras “imperfectas” de las que en 2020 transformaron casi 93.000 kilos de alimentos.
Para Vidal, si se relajaran algunos criterios de comercialización de frutas y hortalizas –en referencia a exigencias estéticas principalmente– ya sea por normativas europeas o por prejuicios autoimpuestos en las empresas, se podrían aprovechar más alimentos.
“No tienen que ser solo bonitos, sino que tienen que ser nutritivos y saludables. Requeriría ampliar ciertas estéticas”, alega Vidal, quien matiza que “los más bonitos no tienen por qué ser los más nutritivos” y con la estandarización se pierden variedades.
El desperdicio no se produce solo por descartar las frutas y verduras feas, sino que también puede generarse por descartar ciertas partes de frutas y verduras en los hogares, así como de pescados y carnes, que pueden ser reaprovechados para otras recetas.
En esa apuesta por el aprovechamiento alimentario, el BCulinaryLAB –laboratorio de investigación y desarrollo gastronómico dentro del área de innovación del Basque Culinary Center– desarrolló un manual para la revalorización de descartes.
Los descartes, a diferencia del desperdicio, son “aquellas partes de la materia prima que no son consideradas para el consumo humano desde un inicio”, como las cáscaras de plátano o las hojas externas de las alcachofas, detalla la chef investigadora Blanca del Noval.
En 2018, lanzó junto con Diego Prado una publicación en la que incluyeron instrucciones sobre cómo preparar almíbar, licor o chucrut con descartes de frutas y verduras, salsa de descartes de pescado o de carne, o incluso polos helados con huesos de ciruelas.
La investigadora asegura que fomentar esta clase de aprovechamientos permite generar más producción en los restaurantes, contar con más materias primas, preparar nuevos platos y, de forma indirecta, “empodera” al sector primario, ya que se comprarían plantas enteras y no por partes, y se podría “sacarle mayor valor a lo que producen”.
Desde los propios establecimientos, una aplicación que intenta evitar el desperdicio es Too Good To Go, que a través de una plataforma móvil conecta a establecimientos y usuarios para que éstos obtengan por menor precio productos a punto de caducar.
Fuentes de la entidad explican que, aunque hubo un parón en esta apuesta contra el desperdicio entre los usuarios y establecimientos durante la pandemia del coronavirus, con el paso de los meses han visto cómo “cada vez más” ha aumentado la demanda de esta app, y lo reflejan sus cifras, ya que desde marzo de 2020 han pasado de registrar 2.800 locales a 12.000, a día de hoy.
“Cada vez somos más conscientes de la importancia que tiene los alimentos y del valor que debemos darle, porque combatir el desperdicio debe hacerse por una cuestión ética, económica y también medioambiental”, concluyen las mismas fuentes.
Con información de: Efeagro