Entre las ventajas frente a una verdulería tradicional, los clientes destacan el sabor, la variedad, la frescura, el precio y, por supuesto, que no se usaron químicos en su cultivo
Buenos Aires. – Los productos vienen a veces más frescos, a veces más amargos, pero nunca insulsos. Lo otro me resulta sintético: la gente compra cosas solo porque parecen estéticamente mejores», dice María Kusz, una joven porteña de 25 años. Lleva en las manos una gran bolsa con ocho kilos de vegetales variados que pagó $300, en la que se puede leer «Frutas y verduras libres de agrotóxicos».
Es martes por la tarde y Kusz acaba de salir de uno de los nueve puntos de entrega de El Click Orgánico, un emprendimiento de venta de bolsones de vegetales orgánicos. Si bien la movida orgánica se instaló en la ciudad hace varios años, la tendencia de comprar en bolsones es reciente. Entre las ventajas frente a una verdulería tradicional, los clientes destacan el sabor, la variedad, la frescura, el precio, el trato personalizado y, por supuesto, que no se usaron químicos en su cultivo.
«Empezamos en mayo de 2016 y desde entonces entregamos todas las semanas. Tuvimos un muy buen recibimiento: al principio éramos dos y ahora somos diez personas en el armado, la descarga, la distribución», cuenta Hernán, uno de los fundadores de El Click Orgánico, que ya tiene más de 55.000 likes en Facebook. Uriel, su socio, agrega: «Trabajamos con unos 20 productores de todo el país y siempre seguimos buscando nuevos. Queremos ir variando e incorporando más cosas».
Para pedir hay que inscribirse antes en un formulario online, seleccionar la cantidad de bolsones y el lugar donde retirarlos: son centros culturales, dietéticas o locales varios repartidos en barrios porteños y del conurbano. El contenido del bolsón de los martes varía en cada ocasión, dependiendo del clima, la cosecha y las estaciones, y se publica en Internet el jueves anterior porque todo se cosecha entre 24 y 48 horas antes de la entrega.
Muchos clientes, para asegurarse un cupo, prefieren hacer el pedido con anterioridad, incluso sin saber con exactitud qué es lo que van a comprar. Como Sebastián González, kinesiólogo, para quien eso es una ventaja. «No tengo que volverme muy loco pensando qué cocinar: miro lo que tocó y con eso cocino», dice. Y reivindica las imperfecciones que halla en su pedido: «Uno está acostumbrado a la fruta perfecta y esta fruta no es así. No porque esté mal, sino porque es su estado natural».
Variedad y reemplazos
Hoy el bolsón trae zapallitos verdes, berenjenas, peras, acelga, duraznos, lechuga, paltas, bananas y batatas, y viene un folleto con recetas que se pueden cocinar usando tales verduras. Como la producción de paltas no fue grande, en algunos casos se reemplazaron con morrones; así se lo explica Uriel a cada persona que entra al local, donde también se consigue miel o yerba orgánica.
A diferencia de lo que se supone, comer más sano no es necesariamente mucho más caro. En una verdulería de barrio barata, los precios de los vegetales del bolsón de esta semana varían entre $15 (berenjenas, zapallitos y acelga) y $40 por kilo (peras y duraznos), salvo las paltas que trepan hasta $100. Eso promedia unos $30 por kilo, un precio apenas por debajo del de los bolsones.
Camilo Rodríguez cuenta que No Cualquier Verdura surgió «casi de casualidad». Rodríguez trabajaba en publicidad y junto a su pareja empezó a interesarse por el mundo orgánico, para comer más sano. «Armamos una pequeña red de productores y lo que empezó como un hobby terminó creciendo mucho», recuerda. La primera vez vendieron 30 bolsones, la segunda 100 y en menos de un mes ya vendían 300. Los bolsones traen de cinco a 12 kilos y son de frutas, de verduras, o mixtos. Los precios van de $280 a $540. No Cualquier Verdura tiene más de 15 puntos de retiro, envía a domicilio y en breve abrirá su primer local propio en Villa Crespo.
La mercadería proviene de dos tipos de productores: orgánicos y agroecológicos. Los orgánicos están certificados por una empresa internacional; los agroecológicos, explica Rodríguez, «tienen más que ver con saberes heredados, con formas antiguas de producción, donde no se usa ningún tipo de químicos. Son más artesanales y hay un seguimiento nuestro para que el producto sea de la mejor calidad posible». Rodríguez señala que los clientes son variados: vegetarianos, veganos, padres que quieren cuidar a sus hijos y hasta pacientes oncológicos a los que el médico les recomendó cambiar su modelo de alimentación.
Con información de La Nación