Con el cierre de la última plantación de azúcar en Hawái, los activistas buscan construir un modelo de agricultura orgánica sostenible y rentable
Maui, Hawái. – Con el cierre de la última plantación de azúcar en Hawái, los activistas ven una oportunidad para regresar a las raíces del archipiélago y construir un modelo de agricultura orgánica sostenible y rentable.
Hace tan solo unos años, Hawái producía más de un millón de toneladas de azúcar al año (el 20 por ciento de todo el azúcar producido en Estados Unidos). El cierre del último molino de azúcar en Maui, la segunda isla más grande del archipiélago hawaiano, en diciembre de 2016, marcó el final de una era de gran agricultura en las islas.
A&B («Alexander & Baldwin”) era una de las empresas, comúnmente conocidas como las «cinco grandes”, que controlaban el azúcar y los negocios asociados. Fundadas por misioneros, o descendientes de misioneros en el siglo XIX, han dominado la economía, la tierra y la política de Hawái durante más de 150 años.
Para algunos fueron los motores económicos de las islas. Para otros, simplemente usurpadores de la tierra. En Hawái no existía el concepto de propiedad de la tierra antes de la llegada de los misioneros, debido al pasado del archipiélago como colonia de las grandes potencias europeas. Por otro lado, los monocultivos de azúcar también han tenido un gran impacto ambiental.
Con el lento desvanecimiento de los gigantes agrícolas, ahora una nueva generación de agricultores busca no solo un reemplazo para el azúcar, sino también un nuevo y prometedor modelo agrario, pero que no será fácil poner en práctica.
Larga vida a la agricultura, excepto el azúcar
Cuando se cerró la última plantación de azúcar, el alcalde de Maui, Alan Arakawa, lamentó la pérdida de empleo de todos aquellos que trabajaban en el sector, pero dijo que el cambio era inevitable. «Hemos hecho pruebas con árboles frutales, taro (Colocasia esculenta), biomasa, papaya y aguacate. Confiamos en que, aunque la caña de azúcar esté muerta, la agricultura seguirá estando muy viva aquí», manifestó en un comunicado.
Los defensores de la agricultura sostenible critican los impactos de las plantaciones de azúcar masivas. La práctica de quemar la caña de azúcar para eliminar el exceso de hojas antes de recoger la cosecha, crea nubes de humo que oscurecen los cielos y afecta a la respiración de quienes viven a favor del viento. La última quema tuvo lugar en 2016, antes de que los ecologistas y empresarios llegaran a un acuerdo. Hasta entonces, los hawaianos tuvieron que soportar el humo en silencio.
Más allá de la contaminación por humo, los pesticidas han tenido un impacto negativo sobre las plantaciones de caña, filtrándose hasta las aguas subterráneas de la isla. Asimismo, como la caña de azúcar es un cultivo que requiere mucha agua, A&B ha tenido que desviar millones de litros de agua a diario.
«El monocultivo de azúcar ha desviado agua de los ríos, que en realidad tenían que fluir de las montañas al mar”, critica Ashley Lukens, directora del Centro para la Seguridad Alimentaria, una organización ambiental sin ánimo de lucro con sede en San Francisco.
«Debido a la propiedad de la tierra concentrada en pocos, la población se ha sentido excluida de su propio futuro”, añade.
Con el debilitamiento de las grandes compañías en Hawái (debido en gran parte a la competencia internacional y a la eliminación de subvenciones federales al azúcar), los pequeños agricultores orgánicos de la isla están tratando de recuperar el control.