Cuando no se aplica un tratamiento térmico a los alimentos, la posibilidad de contraer enfermedades aumenta, advierte especialista
Madrid. – La moda de consumir productos crudos o poco cocinados se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo en materia de seguridad alimentaria, junto con el cambio climático y la cada vez mayor movilidad internacional de personas y animales.
Así lo ha advertido el representante de España en la red de riesgos emergentes de la Autoridad Europa de Seguridad Alimentaria (EFSA en sus siglas en inglés), Juan José Badiola, quien ha subrayado que cuando “no se aplica un tratamiento térmico” a los alimentos, la posibilidad de contraer enfermedades aumenta.
Durante su participación en el congreso anual sobre seguridad alimentaria organizado de forma telemática por la patronal del sector de gran consumo (Aecoc), Badiola ha insistido en que el auge de los productos crudos y poco cocinados supone una tendencia al alza no exenta de riesgos.
Catedrático, expresidente del Colegio de Veterinarios españoles y director del Centro Nacional de Referencia de las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles en la época de las llamadas “vacas locas”, Badiola ha citado el caso de la hepatitis E, enfermedad causada “por un virus que se transmite por el consumo de productos del cerdo o del jabalí crudos o poco cocinados”.
Aunque se transmiten de diferentes maneras, ha apuntado también a la fiebre de Crime a Congo, la fiebre del Valle del Rift, la enfermedad del Nilo Occidental, el virus Nipah, el virus Hendra o los Influenza como algunas de las “enfermedades zoonóticas” que más preocupación generan.
Precisamente sobre los virus influenza, ha recordado la existencia de un “brote reciente de gripe aviar H5N8 con ocho personas infectadas en Rusia” y otro similar registrado en China “que afecta a cerdos y ya ha infectado también a trabajadores del sector porcino”.
“Hay una conexión-del lado de la transmisión- de animales a humanos y eso nos va a acompañar en un futuro”, ha explicado.
Más ambición
Por su parte, la directora de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud (OMS), María Neira, ha destacado los “enormes avances en seguridad alimentaria” que se observan en el mundo occidental, con mecanismos de detección que funcionan “a un nivel muy alto”, por lo que en su opinión se debe “elevar la ambición”.
En este sentido, ha apuntado que el sector alimentario en general -desde el campo hasta la industria, los supermercados y la restauración- jugará a partir de ahora “un rol clave” en mejorar la sostenibilidad del planeta.
Como ejemplo, Neira ha abogado por “no usar antibióticos de forma indiscriminada en la producción animal, ya que acaban afectando a la salud humana al fragilizar” la reacción del cuerpo cuando existe una infección y se necesita hacer uso de éstos por un problema de “resistencia”.
Más presión sobre las empresas por la COVID-19
El congreso ha contado con la participación de representantes del grupo Pascual, Carrefour y la cadena de restauración Alsea (dueña de Domino’s, Vips y Foster’s Hollywood), que han coincidido en apuntar cómo la pandemia provocada por la COVID-19 ha supuesto un torrente de cambios a los que han tenido que adaptarse rápidamente sin dejar de garantizar la seguridad y el abastecimiento de alimentos.
“Por momentos hubo mucha tensión en la cadena alimentaria. Nuestra principal planta recibe cerca de un millón de litros de leche al día y en algún momento uno de nuestros principales clientes nos demandaba cinco millones de litros”, ha relatado el responsable de Seguridad Alimentaria en Pascual, Daniel Sánchez-Patón.
Alsea ha resaltado los problemas generados para certificar que algunos de los productos facilitados por sus proveedores podían extender su vida útil más allá de la fecha de caducidad indicada inicialmente, ya que ante el cierre de la hostelería durante meses quedó “stock” pendiente.
Con información de: Efeagro