Bajo el liderazgo de la doctora en Agronomía, Graciela Pellejero, los investigadores demuestran que la innovación y la sustentabilidad pueden ir de la mano.
Río Negro, Argentina. – «Nada se pierde, todo se transforma». Es la famosa frase del químico francés Antoine Lavoisier se convirtió con el tiempo, en una sentencia filosófica de carácter universal, tanto para los grandes acontecimientos como para las cuestiones cotidianas. Se trata del principio de conservación de una masa, y en una reacción química los átomos no desaparecen, simplemente se ordenan de otra manera.
Y en eso andan en el Centro Universitario Regional Zona Atlántica y Sur (CURZAS), dependiente de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo), donde están haciendo un significativo aporte a la industria agrícola con un proyecto científico que utiliza los desechos de cebolla pisados con las ruedas de un tractor para producir fertilizantes orgánicos. Éstos, se mezclan con estiércol de vacas (que poseen hongos y bacterias) y luego se humedecen con agua.
Bajo el liderazgo de la doctora en Agronomía, Graciela Pellejero, este equipo de investigadores está mostrando cómo la innovación y la sustentabilidad pueden ir de la mano. A medida que aumenta la demanda global de alimentos, los fertilizantes químicos se han vuelto omnipresentes en la agricultura moderna. Sin embargo, su uso excesivo ha generado preocupaciones sobre la contaminación del suelo y el agua.
Es por eso que el proyecto del CURZAS ha despertado tanto interés entre los agricultores con quienes se trabaja codo a codo, a partir de una experiencia que crece como una capa geológica, en una de las granjas del Instituto de Desarrollo del Valle Inferior del río Negro (IDeVI), la colonia agrícola contigua a Viedma.
Es cuestión de aprovechar los residuos de cebolla que no tienen valor comercial tomando en cuenta que el área productiva de este cultivo ronda las casi 3.000 hectáreas en cada temporada agrícola, y con semejante volumen de desperdicios después de tres meses de un proceso de fermentación, ya se puede utilizar la tierra de compostaje fresco con un importante grado de eficiencia.
Pellejero explicó a NoticiasNet que la utilización de este cultivo se encuentra, dentro de la línea agropecuaria de valoración de residuos orgánicos, soluciona dos problemas ambientales con el reciclado de cebolla y el estiércol de vacunos de la propia chacra, con lo cual se pone en valor un abono que genera “muchos nutrientes”.
El compost, según la investigadora, “responde muy bien en zapallos (calabaza de Castilla) u otros productos remplazando a los fertilizantes químicos” con lo cual “soluciona un problema real al productor”, y también “es importante llegar a la comunidad” con la propuesta.
Con información de: NoticiasNet