Las empresas proveedoras de estos servicios deben dar una visión real de lo que se puede hacer en el campo
Madrid. – Los agricultores han oído hablar de los “famosos drones”, pero no saben cómo aplicar esa tecnología a su explotación. Las empresas proveedoras de estos servicios deben dar una visión real de lo que se puede hacer en el campo.
La tecnología aplicada a los drones permite homogeneizar la producción agrícola de las fincas y ofrece soluciones a las necesidades de los agricultores para hacerlas “más precisas, más competitivas y más respetuosas con el medio ambiente”, según el ingeniero agrícola Sergio Rodríguez.
Rodríguez, también socio fundador de la empresa “Smart Rural”, ha analizado el uso del dron agrícola en el sector de las frutas y hortalizas en las jornadas sobre “Tecnología 4.0: Agricultura de Precisión”, celebradas en el marco de la feria “Fruit Attraction”, organizada por Fepex en Ifema.
Rodríguez ha señalado que “al agricultor no le interesa el vuelo del dron o la foto. Necesita saber cómo trabajar para ahorrar o aumentar la producción, y para eso precisamos saber sus necesidades y no complicar más de la cuenta a los clientes.”
En este sentido, ha explicado que la tecnología es una herramienta, pero no un fin, y que la información que hay que trasladar al técnico o gestor de la finca debe ser sencilla para que actúe en consecuencia.
En un día, un dron puede sobrevolar 500 hectáreas de terreno; los datos obtenidos a través de la teledetección son analizados después por personal especializado que, junto a ingenieros agrícolas, realizan un informe con los indicadores agronómicos.
Uno de los beneficios del uso de estas nuevas tecnologías al agro es que cada pixel de una imagen obtenida por el vuelo del dron se corresponde con un centímetro y medio de terreno georreferenciado y, en cuestión de horas, el técnico de la finca “va a saber en qué punto exacto una enfermedad afecta a sus cultivos, cómo está el vigor de su planta o cuáles son las necesidades hídricas del suelo”.
Ha hecho hincapié en que la tecnología ahorra tiempo al agricultor, porque antes no tenía la medida exacta de lo que pasaba, y hoy en día “tenemos información muy precisa de lo que pasa en el campo, se puede identificar de forma rápida y precisa lo que ocurre” y, después, el agricultor sabe cómo actuar.
Como ingeniero agrícola, Rodríguez ha hecho hincapié en que “estamos en la era de la innovación, pero el campo hay que pisarlo y hay que estar con el agricultor, conocer qué necesita y, después, aplicar la tecnología”.
“Validamos lo que se ha hecho toda la vida, pero aplicamos las nuevas tecnologías que nos permiten en muy poco tiempo” tener controlado el 100 % de la superficie, y eso facilita la gestión de las enfermedades, la localización de malas hierbas, los peritajes agrarios, las necesidades hídricas o el nivel de fertilización.
Todo esto, además, georreferenciado, para “saber en qué punto concreto hay que actuar”, ha recordado, tras insistir en que cada cultivo es distinto y se necesitan fórmulas a medida, ya que no hay soluciones globales.
En su intervención ha expuesto ejemplos prácticos como, por ejemplo, contabilizar, tras el vuelo del dron, el número de lechugas y su calibre para saber el momento óptimo de recogerlas, y conocer también en qué punto exacto no hay lechugas y analizar a qué se puede deber esa falta de producción.
Con información de EFEAGRO