Las bacterias contribuyen al desarrollo de las plantas, al transformar elementos y hacerlos asimilables para éstas
Ernesto Perea*
En el suelo existen millones de bacterias que contribuyen al desarrollo de las plantas, al transformar elementos y hacerlos asimilables para éstas, fijar nitrógeno, dotar de nutrientes e incluso combatir hongos y enfermedades.
Uno de los principios que un agricultor debe saber para poder desarrollar su actividad en forma eficiente y rentable es la función que cumplen las bacterias en el suelo, cuyo papel en el desarrollo de las especies ha sido muy importante porque, simplemente, el planeta no puede vivir sin ellas.
Las bacterias son determinantes en la salud de las plantas y de los seres humanos. Tenemos más bacterias que células humanas y éstas realizan muchas funciones en el cuerpo humano y ayudan a nutrirnos; sin las bacterias no podemos asimilar lo que nos estamos comiendo y realizan la misma tarea en las plantas.
Para tener idea de lo que pueden hacer las bacterias basta con saber que son los únicos organismos que pueden vivir sin oxígeno y que en la primera mitad de la vida del planeta no había más que estos organismos que aprendieron a hacer de todo: solubilizar fósforo, nitrógeno o carbono. Hoy realizan múltiples funciones metabólicas en las especies.
La anterior es la explicación que dio la investigadora del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), Gabriela Olmedo Álvarez, al participar en la Expo Agroalimentaria 2017, realizada en Irapuato, Guanajuato, con el tema “Biofertilizantes: cómo funcionan”.
Durante su exposición refirió que las bacterias tienen una intensa actividad y lo que pasa abajo del suelo repercute en la superficie, porque una mosquita blanca se da cuenta de la salud de la raíz y por la cantidad de insectos que se acercan al cultivo nosotros podemos deducir cuánto nitrógeno o bacterias hay en la tierra.
En la planta apenas a unos milímetros por debajo del suelo cambia la cantidad de oxígeno, por lo que debemos considerar cuál es el ph, si hay agua, si el suelo es arenoso o se va a empantanar o si hay oxígeno. Esto sirve para conocer qué tipo de sistema se tiene alrededor de las raíces, ya que las bacterias que viven ahí dependen de las condiciones que encuentren.
La doctora expresó que los suelos albergan millones de bacterias, pero mediante análisis (muestras) de DNA podemos identificar qué tipo de bacterias hay. Tenemos suelos que son sanos, promotores de crecimiento y ayudan a reducir enfermedades. Para aprovechar estos beneficios se usan inoculantes, es decir, se toman bacterias de un lado para llevarlas a otro lado donde se requieran.
En la tierra hay suelos ricos y pobres. Un solo gramo de suelo puede tener hasta 10 mil bacterias distintas, lo cual lo convierte en un suelo muy rico que solo tiene que mantenerse y debemos asegurar que tenga materia orgánica y que las bacterias se mantengan ahí.
Por el contrario, un suelo pobre tiene un grupo muy reducido de bacterias, que no son capaces de atacar, por ejemplo, al fusarium; pero si tengo muchas bacterias este hongo tendrá que competir con todas y se encontrará con antibióticos distintos, por lo que es muy difícil que pueda prosperar y atacar la planta. “Un suelo sano va a estar lleno de bacterias que van a controlar a los patógenos”, subraya Gabriela Olmedo.
Durante su explicación expuso que en el suelo constantemente unas bacterias controlan a otras o un hongo a otro. Incluso, enfatizó, no importa tener un patógeno si hay bacterias que lo controlan; pero sino tengo diversidad y el suelo es muy pobre éste puede convertirse en un problema.
Las bacterias viven en comunidades, no todas comen lo mismo, algunas gustan del fosfato, nitrógeno o fósforo, pero todo tiene que estar disponible. Algunos organismos además de liberar fósforo tienen otras propiedades que les permiten fijar nitrógeno, sintetizar ácidos orgánicos, funcionan como hormonas de crecimiento o producen sideróforos, moléculas que ayudan a que la planta atrape el hierro hacia la planta, que lo haga disponible; también hay micorrizas.
Insumos desperdiciados
Olmedo Álvarez hizo hincapié en que las principales pérdidas en agricultura están en insumos como el nitrógeno, fosfato o potasio, porque 50 por ciento se va como “un globo a un niño sino lo agarras”. El problema es que para compensar se aumenta la cantidad de aplicaciones y seguimos contaminando y gastando más.
En la agricultura –planteó– hay que pensar en dónde se están perdiendo esos insumos y asegurarnos que el suelo tenga bacterias, toda la materia orgánica que nos permita retener a los nutrientes. “Necesitamos al microbioma para liberar nutrientes, producir hormonas o antibióticos, que son los que controlan a los patógenos y para tener minerales como el hierro, el suelo es la clave del éxito del cultivo y es por la comunidad que tiene su rizósfera de hongos y bacterias”.
La doctora reflexiona sobre el hecho de que la domesticación de las plantas siempre se hizo mirando del suelo hacia arriba, en la parte productora, y no hacia abajo, donde está la raíz asociada con las bacterias que protegen de los patógenos.
Con el conocimiento de la función que tienen las bacterias y los hongos, los expertos han diseñado productos que coadyuven a la fertilización y control de plagas y enfermedades de manera más sustentable, de ahí nacen los biofertilizantes.
¿Qué son los biofertilizantes?
Los biofertilizantes son “productos tecnológicos elaborados con microorganismos benéficos que promueven el crecimiento de las plantas y les pueden proporcionar nutrientes”, según el el manual teórico-práctico Los Biofertilizantes y su uso en la Agricultura, elaborado en forma conjunta por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) la Coordinadora Nacional de las Fundaciones Produce, A.C. (Cofupro) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Los principales microorganismos –abunda el manual– utilizados como biofertilizantes son las bacterias (Rhizobium) que tienen la capacidad de fijar nitrógeno al asociarse con plantas leguminosas como el frijol, el chícharo, el cacahuate, el haba, la soya, la alfalfa u otras.
“Estos microorganismos entran en las raíces y provocan que en estas se formen unas estructuras llamadas nódulos. Estos nódulos son como casitas que la planta hace para que allí los rizobios puedan vivir protegidos y realicen la fijación de nitrógeno, que finalmente va a beneficiar a la planta”.
El segundo grupo son las micorrizas, hongos que tienen la capacidad de solubilizar fosfato, que no es fácilmente asimilable por las plantas en forma natural. “Las micorrizas penetran en las raíces, pero también se extienden por el suelo y de esta manera forman una especie de raíz extendida que junto con las raíces de las plantas ayudan a la captación de agua y nutrientes en el suelo”.
Hay microorganismos que producen hormonas vegetales y ayudan a que la planta tenga una raíz de mayor tamaño y como consecuencia una mejor absorción de nutrientes y agua del suelo, incluyendo un mejor aprovechamiento de cualquier fertilizante químico añadido. Bacterias como Azospirillum estimulan el crecimiento de las raíces y se puede utilizar en muchos cultivos pues al parecer no tienen una alta especificidad por la especie de la planta.
Más productividad y reducción de costos
Diversos estudios han demostrado que la utilización de bacterias en la producción agrícola genera un incremento en la productividad de entre 20 y 50 por ciento; además que se obtiene una reducción de los costos de producción de entre 40 y 60 por ciento por la disminución de la fertilización química, destaca la publicación Biofertilizantes: la solución a la productividad en el campo, realizada por la Universidad Autónoma Chapingo.
El estudio refiere que un aspecto importante a considerar al hablar de agricultura orgánica es la inocuidad de los productos, “debido a que un producto orgánico no necesariamente es inocuo”, ya que se aplican insumos como abonos y compostas de origen animal, los cuales dependiendo del tipo de cultivo pueden contaminar el fruto con microorganismos patógenos que pueden generar problemas a la salud de los consumidores.
Otro inconveniente, añade, es que la aplicación en exceso puede generar la concentración de altos niveles de nitrógeno y fósforo, con lo cual se generan emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Ante ello, plantea, una alternativa para la agricultura orgánica es el uso de biofertilizantes formulados a base de microorganismos benéficos, como bacterias y hongos, “los cuales con la adecuada aplicación y manejo, ofrecen a los productores una alternativa sustentable de nutrición y protección vegetal, reduciendo el impacto al ambiente, mediante la disminución de GEI.
Por su parte, los investigadores del Centro de Biotecnología Genómica, Juan Manuel González y Víctor Hugo Reséndiz, anotan que los biofertilizantes basados en microorganismos son una estrategia importante para disminuir el uso de insumos químicos y su impacto nocivo en el ambiente, además que posibilitan la obtención de importantes ahorros económicos, incrementar el rendimiento de los cultivos, mejorar la sanidad de las plantas y restablecer las características biológicas de los suelos.
En un análisis publicado en el libro Introducción al uso y manejo de los biofertilizantes en la agricultura, editado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap), los expertos destacan que “estos productos son más seguros, reducen el riesgo potencial a la salud humana, poseen una actividad específica, muestran efectividad en dosis pequeñas, su multiplicación está controlada por la planta y microflora nativa, sufren una descomposición más rápida que los compuestos químicos y pueden usarse en combinación con éstos”.
Gabriela Olmedo recomienda que una vez que se conoce el suelo, los agricultores deben usar productos que tengan control de calidad, que aseguren que contienen la cepa inicial y que no están contaminados.
Las bacterias y los hongos están en todos lados, son muy buenas para dispersarse y adaptarse, por ello, son las “meras chidas” del planeta, concluye.