La demanda, por parte de consumidores que buscan productos diferenciados, ha impulsado la producción de uva orgánica para vino
A diferencia de países como España, donde el consumo anual per cápita de vino es de casi 20 litros, en México –a pesar de un crecimiento sostenido en la última década– el consumo es de 700 mililitros. En este escenario, los vinos orgánicos mexicanos también han ganado adeptos o, mejor dicho, la demanda por parte de consumidores que buscan productos diferenciados, ha impulsado la producción de uva orgánica para vino.
Vinícolas con una larga tradición en México, como Casa Madero, nos comparten en la edición febrero – marzo de Agro Orgánico su experiencia en la producción de vinos orgánicos, cuyo éxito ha motivado a otras empresas a elaborar vinos bajo un estilo de producción más respetuoso con las materias primas y el medio ambiente.
En el mismo contexto de producción sostenible, en este número los investigadores Laura Gómez y Cesáreo Rodríguez explican cómo los biopreparados o plaguistáticos ocupan un espacio en los procesos de investigación formal al contribuir a evitar los peligros que presentan los plaguicidas de síntesis química, ya que cuentan con cualidades como residualidad es mínima, son productos fáciles de conseguir o cultivar y, además, disminuyen considerablemente costos de producción.
Por otra parte, especialistas de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) abordan las críticas hacia la agricultura orgánica, basadas principalmente, en asuntos relativos a los rendimientos de la producción y al modo de comercialización y consumo.
Una de las críticas más controversiales –señalan– es que, dado el crecimiento de la población mundial y la escasez de los alimentos, no será posible alimentar a esta población creciente mediante sistemas como la agricultura orgánica. Entonces, el dilema reside en tratar de alimentar a la población al tiempo que se cuida el medio ambiente, o tratar de alimentar a la población a pesar de los daños ambientales que se ocasionen.
También, el reto de producir alimentos de forma sostenible requiere implementar estrategias de eficiencia, distribución, equidad y otras prácticas más humanas. Es decir, además de cambiar los sistemas de cultivo, se deben modificar los patrones de alimentación y desperdiciar menos alimentos. Como apuntan nuestros colaboradores, reparar las debilidades del sistema agroalimentario actual.
Un sistema verdaderamente sostenible debe ligar agricultura, alimentación, nutrición y salud, así como asegurar la oferta, diversidad y acceso a los alimentos, especialmente para los sectores más vulnerables.
Ana Isabel Rodríguez
Directora Editorial
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