Movimientos globales aseguran que para producir un kilo de carne bovina se necesitan más de 15.000 litros de agua frente a los 4.000 que se gasta en la obtención de un kilo de legumbres
Roma. – La carne se halla tan implantada en la mayoría de las dietas tradicionales y en las expectativas de los consumidores que estos ofrecen resistencia ante un vuelco hacia la nutrición vegetal. Movimientos globales aseguran que para producir un kilo de carne bovina se necesitan más de 15.000 litros de agua frente a los 4.000 que se gasta en la obtención de un kilo de legumbres y que la ganadería emite gran parte de los gases de efecto invernadero del sector primario.
Difundir la idea de que cada uno desde su mesa puede ayudar a prevenir algunos de los efectos del cambio climático es el propósito de la FAO (organismo autónomo de la ONU para la Agricultura y la Alimentación), cuyos equipos técnicos han producido durante 2016 varios estudios centrados en la necesidad de reducir globalmente la producción y el consumo de carnes.
En general, los especialistas coinciden en que analizando los indicadores actuales la dieta carnívora va a duplicarse durante las próximas tres décadas, lo que acarreará serias consecuencias en el ya alterado equilibrio ecológico del planeta.
Afirman que semejante auge conllevaría una intensa presión sobre los recursos naturales, incrementaría las emisiones de gases carbónicos de efecto invernadero y crearía dificultades para que se logre alimentar a una creciente población. A su vez concluyeron que la modificación de esas preocupantes tendencias requeriría, como primera medida, la renovación del lenguaje utilizado para abordarlas.
Una primera observación ante la idea de reemplazar la dieta carnívora por el consumo de verduras y granos indica que los conceptos «comida saludable» o «alimentos vegetales» no logran motivar a los consumidores. Tampoco a los especialistas en marketing, a los economistas de mercado y a los investigadores motivacionales.
Ante este desafío, profesionales del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y ejecutivos de compañías alimentarias de Estados Unidos y Europa buscan el modo de hacer que las opciones basadas en plantas sean más tentadoras.
La entidad creada para eso fue bautizada como Better Buying Lab (laboratorio de mejores compras), con la misión de guiar a los productores de alimentos en el contexto de los cambios climáticos y atendiendo la urgencia de evitar que el calentamiento global supere los dos grados centígrados.
Las principales compañías activas en el laboratorio son Google, Hilton, Trinity Marketing, Quorn, Panera, Sodexo y el Grupo WRAP de Gran Bretaña, con los cuales coopera la Universidad de Stanford. Todos admitieron que el lenguaje del marketing y el rotulado de los productos son herramientas poderosas para motivar a los consumidores y que la etiqueta «saludable» hace temer sabores no del todo agradables, mientras que el término «superalimentos» logró un concepto positivo.
Entretanto siguen las alertas, ante el vaticinio de que el consumo de carnes va a aumentar un 95% de aquí al 2050, mayormente debido a la demanda de China e India. A lo cual es preciso añadir el alto consumo de recursos naturales requerido para la producción de proteínas animales, lo que genera dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por ello un documento reciente del World Resources Institute ha remarcado tres planos dominantes de las nuevas metas enfocadas en la modificación de la dieta humana.
En primer término, reducir el hiperconsumo de calorías; a continuación, bajar el consumo excesivo de proteínas bajando el consumo de alimentos cárneos; y específicamente reemplazar las carnes con otros alimentos.
«No se trata de combatir la ingesta de carne sino de ponderar al consumo de pequeños platos con ensaladas y vegetales, lo cual será nuestro esfuerzo de los cinco años venideros», dijo Daniel Vennard, director de Better Buying Lab.
Con información de Agri Total