A lo largo de millones de años, las plantas no solo han aprendido a coexistir con bacterias, arqueas, hongos y otros microorganismos, sino que han optimizado su crecimiento y nutrición a través de esta relación simbiótica. Este mundo subterráneo invisible es el que garantiza la salud del suelo y, por ende, la sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas.
Por Jesús Arévalo Zarco*
En diversos foros, lecturas y videos no especializados, me he percatado que suele existir una percepción errónea que asocia el uso de fertilizantes con la degradación de la salud del suelo y la disminución de la biodiversidad microbiana. Sin embargo, cuando se aplican de manera racional y basada en un diagnóstico preciso, los fertilizantes pueden ser grandes aliados para mejorar la fertilidad del suelo sin comprometer su biodiversidad. Este artículo busca explorar cómo la fertilización balanceada puede, de hecho, promover la actividad microbiana del suelo y mejorar la relación simbiótica entre las plantas y los microorganismos que habitan en él.
Desde una perspectiva evolutiva, las plantas terrestres han desarrollado una estrecha relación con el mundo microbiano. A lo largo de millones de años, las plantas no solo han aprendido a coexistir con bacterias, arqueas, hongos y otros microorganismos, sino que han optimizado su crecimiento y nutrición a través de esta relación simbiótica. Este mundo subterráneo invisible es el que garantiza la salud del suelo y, por ende, la sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas.
Las raíces adventicias del maíz criollo y su relación con la microbiota fijadora de nitrógeno
Uno de los aspectos más fascinantes del maíz criollo cultivado en zonas tradicionales de México es su capacidad para formar relaciones simbióticas con microorganismos beneficiosos a través de la secreción de exudados por sus raíces adventicias.
Estas raíces, que crecen a partir de los nudos del tallo, no solo proporcionan estabilidad a la planta, sino que también secretan una sustancia rica en carbohidratos llamada mucílago. Este mucílago no es solo un subproducto fisiológico, sino un elemento clave en la interacción planta-microorganismo, ya que crea un ambiente propicio para el desarrollo de bacterias fijadoras de nitrógeno y otros géneros microbianos beneficiosos.
El mucílago secretado por las raíces adventicias del maíz criollo está compuesto principalmente por azúcares complejos como la arabinosa, fucosa y galactosa. Estos carbohidratos no solo sirven como fuente de energía para la microbiota, sino que también juegan un papel crucial en la estructuración de las comunidades microbianas en la rizósfera.
Investigaciones recientes han demostrado que este ambiente es altamente microaerofílico, lo que favorece el crecimiento de bacterias diazotróficas, aquellas capaces de fijar nitrógeno atmosférico, tales como Herbaspirillum seropedicae, Azospirillum brasilense, Azotobacter, Methylobacterium y Burkholderia.
El mucílago actúa como un sistema de intercambio, proporcionando a las bacterias un refugio con bajo oxígeno, lo que les permite realizar la fijación de nitrógeno de manera eficiente. Además, se ha observado que el mucílago de las raíces adventicias del maíz criollo tiene propiedades únicas que facilitan la colonización por un consorcio microbiano diverso, enriquecido con bacterias que poseen los genes nif, esenciales para la actividad nitrogenasa.
*Director de Innovación de Intagri y Fertilab. Asesor agrícola certificado por la Sociedad Americana de Agronomía. Especialista en fertilidad de suelos. https://www.intagri.com/
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