La Comisión Europea ha prohibido el uso de neonicotinoides al aire libre
Bruselas. – La Comisión Europea ha prohibido el uso de neonicotinoides al aire libre. Esa es una buena noticia para las abejas, pero también para los insectos dañinos. Fabian Schmidt opina que se requieren mejores plaguicidas.
El hecho de que la Comisión Europea haya confinado a los invernaderos a tres insecticidas de la familia de los neonicotinoides que probablemente dañan a las abejas, parece a primera vista una buena noticia.
Las abejas y muchos otros insectos -útiles o perjudiciales para el ser humano- estarán por lo pronto mejor protegidos. Pero que dichos insecticidas ya no puedan utilizarse no significa necesariamente que a las abejas les vaya a ir en verdad mejor a largo plazo.
Cabe sospechar que los agricultores recurrirán en el futuro a otros pesticidas. Probablemente los aplicarán en mayores concentraciones. Y resulta dudoso que esos productos sean realmente más seguros y mejores para los insectos provechosos que los ahora prohibidos.
Una cosa es clara: la agricultura moderna no puede prescindir de los plaguicidas. Los organismos dañinos se adaptan con rapidez y pueden destruir enormes plantaciones en tiempo récord. Y hay otra verdad incómoda para muchos amigos de la agricultura orgánica: solo la agricultura industrializada puede alimentar a la larga a la creciente población mundial.
Alternativa compleja
Existe un atisbo de solución para este dilema: los pesticidas muy selectivos, que afectan solo a determinada plaga. Pero eso exige mayores esfuerzos de parte de los investigadores científicos, la industria y los agricultores. Se trata de productos que combaten a los organismos perjudiciales en estado larvario e impiden que lleguen a desarrollarse. Al mismo tiempo, no deben dañar a los insectos beneficiosos.
Naturalmente, eso es mucho más complicado que un insecticida de amplio espectro, con el que uno se puede proteger de muchas plagas a la vez. Porque cada plaga debe ser detectada individualmente y se debe desarrollar una estrategia específica para combatirla. Eso supone un conocimiento especializado. Cuesta tiempo y dinero, y, a la postre, siempre se producirán pese a todo pérdidas de cosechas.
Con información de Deutsche Welle