Los suelos ricos en nutrientes ayudan a mitigar los nocivos efectos del cambio climático. Tres acciones básicas, como el mínimo movimiento del suelo, la permanencia de los residuos de cultivos anteriores sobre la primera capa del suelo y la rotación de cultivos, en el largo plazo se traducen en rendimientos más estables y menores costos de producción.
Por Ana Isabel Rodríguez*
En el suelo comienza la vida; por esto, la degradación de este recurso pone en riesgo la seguridad alimentaria y el sustento de millones de personas, principalmente pequeños productores agrícolas.
Iniciativas como el programa “Suelos vivos de las Américas”, impulsada por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y el Centro de Manejo y Secuestro de Carbono (C-MASC) de la Universidad Estatal de Ohio, en EU, buscan articular esfuerzos públicos y privados en el combate a la degradación de los suelos.
Con base en la cooperación técnica internacional, este programa trabaja desde 2021 junto a gobiernos, organismos internacionales, universidades, el sector privado y organizaciones de la sociedad civil en acciones para contribuir a la salud de los suelos, promover buenas prácticas de manejo de la tierra e incentivos para transformar los sistemas agrícolas en ecosistemas que acumulen más carbono en los suelos, recuperando así la calidad del recurso natural.
En México, instituciones como el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt) han sido pioneros en el estudio e implementación de prácticas agrícolas regenerativas con un enfoque de “abasto responsable”, mediante el cual tanto la agroindustria como los agricultores forman parte de redes en las que la oferta y la demanda de producciones agrícolas sostenibles contribuyen a la creación de sistemas agroalimentarios más resilientes.
Grandes empresas agroalimentarias se han sumado a estas redes porque estamos en un mundo que ha cambiado sus patrones de consumo. Hoy los consumidores quieren conocer la trazabilidad de lo que están comprando, saber de dónde viene, señala Louis García, responsable de Proyectos de Agricultura Regenerativa en el Cimmyt.
“Con su poder, los consumidores están ‘jalando el tractor’, mientras que las empresas se han dado cuenta de que sus cadenas de suministro son cada vez más vulnerables por el cambio climático, cuyos efectos reducen las zonas productivas y con ello, se afectan los precios y las cadenas de suministro”, agrega.
En este contexto, el responsable de Proyectos de Agricultura Regenerativa en el Cimmyt explica que, mediante el establecimiento de parcelas tipo módulo en diferentes zonas de México, han podido constatar las necesidades específicas de los agricultores para generar, desde la ciencia, soluciones que respondan a los retos de los sistemas agroalimentarios locales.
Más que un programa de extensionismo o de intervención técnica –menciona– los especialistas del Cimmyt realizan “acompañamiento para la innovación”. De forma simultánea, establecen dos parcelas: una cultivada de forma convencional y otra, bajo los principios de agricultura regenerativa. Así generan un proceso de cambio que valora el conocimiento y experiencia de los agricultores, adaptándose a la realidad y los recursos de los que éstos disponen.
“La gran ventaja de la agricultura regenerativa es que los costos de producción son menores en relación con la agricultura convencional porque, por ejemplo, reduces el uso de maquinaria al mover menos el suelo. Esto tiene un impacto muy importante en las emisiones de gases de efecto invernadero.
Además, al mantener los residuos de la cosecha anterior, los suelos retienen más cantidad de agua. Nosotros hemos registrado al menos, un ahorro del 20% de agua que se usa para producir”, explica Louis García.
Por eso tres acciones básicas, como el mínimo movimiento del suelo, la permanencia de los residuos de cultivos anteriores sobre la primera capa del suelo y la rotación de cultivos, en el largo plazo se traducen en rendimientos más estables y menores costos de producción.
No mover el suelo permite que la materia orgánica no se pierda; dejar el rastrojo en la superficie facilita que la materia orgánica se incorpore al suelo para “alimentar” al cultivo. Y la rotación de cultivos aporta muchos beneficios, pero el principal es que “rompe” el ciclo de las plagas. Al hacer rotación de maíz a frijol, por ejemplo, gracias a la leguminosa se incrementa la fijación de nitrógeno, con lo que se reduce la aplicación de insumos como los fertilizantes.
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