Los juicios negativos hacia la agricultura orgánica se basan en asuntos relativos a los rendimientos, la comercialización y consumo
Johanan Zamilpa, Rita Schwentesius Rindermann y Dante Ariel Ayala Ortiz
En los últimos años, el mundo ha experimentado fuertes problemas globales vinculados con la relación agricultura – alimentación, tales como la escasez, el hambre, la malnutrición, la inseguridad, el suministro excedentario y la contaminación de los alimentos, además de la pobreza, el cambio climático y la crisis financiera.
Ante dicho panorama, la agricultura convencional se ha planteado como una práctica agrícola aceptada como norma predominante. Desde la Segunda Guerra Mundial, esta agricultura se ha convertido en una forma industrializada de agricultura caracterizada por la mecanización de las labores, la búsqueda de la productividad y rentabilidad máximas, los monocultivos y el uso de insumos sintéticos, como fertilizantes químicos, plaguicidas y organismos modificados genéticamente.
Ante las secuelas de la agricultura convencional por la utilización de agroquímicos, tales como erosión, pérdida de fertilidad del suelo, agotamiento de las reservas de nutrientes, salinización y alcalinización, polución de los sistemas de aguas, pérdida de agrobiodiversidad y recursos genéticos, eliminación de enemigos naturales, reaparición de plagas y resistencia genética a los plaguicidas y destrucción de los mecanismos de control natural, surge la agricultura alternativa como una reacción a los sistemas de explotación industrial intensiva.
En la agricultura convencional, los productos agrícolas se tratan como mercancías comerciales sujetos a especulaciones bursátiles, mientras que en la agricultura alternativa se les considera como un conjunto de bienes y servicios derivados de procesos naturales y humanos, que merecen respeto y dignidad especial.
Así, destaca mayormente la agricultura orgánica, definida como un sistema de producción que mantiene y mejora la salud de los suelos, los ecosistemas y las personas, basada fundamentalmente en los procesos ecológicos, la biodiversidad y los ciclos adaptados a las condiciones locales, sin usar insumos que tengan efectos adversos.
Entre algunos de los principales insumos o procedimientos que la agricultura orgánica prohíbe están los agroquímicos, los pesticidas y los transgénicos. Se prohíben algunos compuestos químicos, mientras que otros están permitidos.
Hay asociaciones que además de fertilizantes, insecticidas y herbicidas, han ampliado el rango de prohibiciones, por ejemplo, hormonas, reguladores de crecimiento, edulcorantes, aditivos, conservadores sintéticos, las aguas negras y/o tratadas, los plásticos, los monocultivos, la quema, la irradiación y la hidroponía.
Debido al grave problema de la contaminación industrial, la agricultura orgánica se ha convertido en una alternativa sustentable que cada vez obtiene mayor relevancia en el mundo.
Sin embargo, la contraposición natural existente entre los dos sistemas de producción ha derivado en largos enfrentamientos, a pesar de ciertas posturas que buscan su integración.
Bajo argumentos productivistas y obedeciendo a intereses particulares, los atacantes de la agricultura orgánica, generalmente partidarios de la agricultura convencional, sostienen una serie de críticas con el objeto de demeritar el potencial de la agricultura orgánica para afrontar los principales desafíos de la agricultura y la alimentación mundial.
Los juicios negativos y contrarios realizados hacia la agricultura orgánica versan mayormente sobre asuntos relativos a los rendimientos de la producción y al modo de comercialización y consumo. Una de las críticas más controversiales es que, dado el crecimiento de la población mundial y la escasez de los alimentos, no será posible alimentar a esta población creciente mediante sistemas sustentables como la agricultura orgánica.
Entonces, el reto preponderante consiste en cómo alimentar a la población mundial creciente. El dilema reside en tratar de alimentar a la población al tiempo que se cuida el medio ambiente, o tratar de alimentar a la población a pesar de los daños ambientales que se ocasionen.
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