Antes de la firma del TLCAN, apenas el 20 por ciento del maíz que consumían los mexicanos era importado
Ciudad de México. – Desde hace algunas semanas, la tensión diplomática entre Estados Unidos y México ha visto resurgir tanto en el plano político como el social a un antiguo protagonista de la relación bilateral: el maíz. O más bien la altísima dependencia comercial de México con su vecino del norte, de donde importa hoy la mayor parte de este grano, eje de su gastronomía —y de su vida— cotidiana.
Se calcula que un mexicano consume al año un promedio de 90 kilogramos de tortillas —la base del taco, la quesadilla y las infinitas variaciones de la comida callejera en México— y eso es solo uno de los productos que se elaboran con el maíz.
Antes de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, apenas el 20 por ciento del maíz que consumían los mexicanos era importado, señala Amalio Santa Cruz, profesor investigador del Colegio de Posgraduados y especialista en maíz. Con la entrada en vigor del TLCAN en 1994 ese porcentaje se duplicó, y en algunos casos, como en el del maíz que se usa para hacer palomitas, esa proporción llega a superar el 90 por ciento.
El 23 de febrero, el secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Videgaray, dijo a los diputados en una reunión privada que si Estados Unidos decidía poner aranceles a las exportaciones mexicanas, el gobierno podría responder con una medida similar sobre productos agrícolas como el maíz, algo que dolería especialmente a productores de estados como Iowa o Texas, que cada año exportan unos 95 mil millones de dólares de maíz a México.
En la misma semana, el titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México (Sagarpa), José Calzada, dijo a los medios que estaban evaluando la posibilidad de aumentar las importaciones de maíz desde Argentina y Brasil en caso de un escenario comercial adverso con Estados Unidos.
La salida de la crisis diplomática y sus derivaciones comerciales aún son inciertas.
Pero para Rafael Mier, un ciudadano de la capital mexicana obsesionado hace años con recuperar el valor histórico y cultural del maíz nativo y la biodiversidad mexicana, esta crisis política presenta una oportunidad insospechada para recuperar, al menos parcialmente, la producción del maíz palomero, la raza nativa de maíz más antigua.
Y es que Mier cree que el momento actual obliga a los mexicanos a cuestionarse si fue una buena decisión “haber dejado por completo” el lugar donde proviene el maíz “y perder la capacidad de producirlo aquí mismo, donde es más accesible y cercano”. En ese sentido, dice, tal vez sea momento de dejar de ver la producción de maíz solo desde una visión comercial y empezar a verlo como un asunto “de bienestar nacional, de los beneficios que otorga a pequeños productores y regiones productoras”.
La herencia de las palomitas
Mier inició hace más de un año un proyecto para preservar y promover la cultura del maíz y la tortilla en México, primero mediante la búsqueda de productores del maíz palomero, el más antiguo de las 59 razas nativas del país.
“El maíz es el alimento más importante que nos ha nutrido”, dice Mier. “Es el cultivo predominante en el mundo, y las palomitas son la primera forma en que se consumió”.
Una hipótesis histórica sugiere que, dado que la alfarería data solo de 4000 años y el maíz aparece hace aproximadamente 8000 años en el centro de México, antes de poder hervirlo con la ayuda de sartenes y otros utensilios, como lo hacen casi todos los hogares mexicanos, los aztecas pudieron haber utilizado la técnica de reventar al maíz con calor para consumirlo.
Con información de New York Times