Estos compuestos vegetales tienen la capacidad de estimular el crecimiento de las plantas. Además, se ha demostrado que influyen en la germinación, rizogénesis, floración, senescencia, abscisión y en los procesos de maduración.
Por staff Biotech México*
Las hormonas vegetales son sustancias que se sintetizan y actúan a muy bajas concentraciones, regulando el crecimiento, desarrollo o metabolismo del vegetal. Los cambios en la concentración de la hormona y la sensibilidad de los tejidos provocan una amplia gama de efectos en las plantas.
Las auxinas participan en todos los procesos de desarrollo de las plantas y a nivel celular, intervienen en los procesos de división, elongación y diferenciación; las giberelinas inducen las germinación de las semillas y la división y elongación celular; las citoquininas activan el crecimiento de las yemas laterales, estimulan el crecimiento de frutos, retardan la senescencia en hojas y estimulan la movilización de nutrimentos.
El ácido abscísico induce la latencia de las semillas así como al cierre estomático; por su parte el etileno promueve la maduración de frutos; causa epinastia (cuando la parte superior de un órgano crece más rápido que la inferior, lo que provoca que se curve hacia abajo) e incrementa el grosor de tallos jóvenes.
Además de estas cinco fitohormonas consideradas “clásicas”, en la década pasada se obtuvieron fuertes evidencias científicas de que existen otros compuestos involucrados en diferentes procesos del desarrollo de las plantas, como las poliaminas, el ácido jasmónico, el ácido salicílico y los brasinoesteroides. Las plantas poseen la cualidad de biosintetizar una gran variedad de esteroides, cuya función como hormonas se estudiaron con frecuencia por los siguientes años. Sin embargo, no fue hasta 1979 que se confirmó la presencia de las hormonas esteroides en las plantas. En ese año, científicos estadounidenses publicaron los datos de un nuevo esteroide llamado brasinolido, que se aisló de polen de Brassica napus L.
En realidad, fue a principios de la década de los sesenta, cuando algunos investigadores ya tenían la hipótesis de que la germinación acelerada y el crecimiento de los granos de polen podrían estar asociados con la presencia de promotores del crecimiento. En 1970 se reportó que algunos extractos del polen de Brassica napus L. producían un poderoso efecto de elongación (alargamiento) en el tallo de frijol. Esta respuesta fue distinta a la que producen otras hormonas denominadas giberelinas. Las sustancias que promovieron el crecimiento de manera más activa fueron aisladas de Brassica napus, y por ello fueron llamadas “brassinos”.
Por consiguiente, se atribuyó el estatus de hormona vegetal a los brassinos porque eran compuestos orgánicos específicos, aislados de plantas y que habían inducido crecimiento cuando eran aplicados en cantidades diminutas a otras plantas. A partir del aislamiento e identificación de este brasinólido, se intensificaron las investigaciones encaminadas a estudiar los efectos que este nuevo compuesto y otros relacionados generan en las plantas, actualmente están considerados como la sexta fitohormona.
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