La nueva tendencia en el mundo orgánico se trata de convivir con los insectos de otra manera, no de eliminarlos
Ernesto Perea*
En el mundo orgánico hay una nueva tendencia que navega a contracorriente, la cual señala que las plagas no lo son más y que ahora se llaman insectos; que se debe buscar el equilibrio en el ecosistema con rotación de cultivos; y plantea prevenir antes de usar métodos de control directo, los cuales hay que reducir al máximo.
Durante más 80 años la agricultura industrial enfocó sus tecnologías a matar “plagas” y eliminar enfermedades. Este principio permeó hacia la agricultura orgánica, donde los productores, investigadores, agrónomos y técnicos han trabajado bajo esta premisa a la hora de combatir insectos o cualquier otro mal que afecte a los cultivos.
Sin embargo, hoy algunos expertos coinciden en que el paradigma debe cambiar y enfocarse a la prevención y a aprender a vivir en equilibrio con los bichos o con el “enemigo”, antes de pensar en su eliminación o control.
Los especialistas identifican tres niveles para el manejo de fauna o enfermedades en los cultivos: preventivo; de supresión, donde se aplican medidas físicas, mecánicas y biológicas para bajar poblaciones; y correctivo.
Un conocedor en agricultura orgánica que impulsa esta nueva manera de concebir lo orgánico es el doctor Cesáreo Rodríguez Hernández, quien afirma categórico que hay una mala interpretación cuando la gente cree que cambiar de lo convencional a lo orgánico es sólo dejar de aplicar químicos; esto va más allá, es tratar de convivir con los insectos de otra manera, no se trata de eliminarlos. Se piensa que ya estando en lo orgánico puedes matarlos con otros métodos o productos y, entonces, se sigue haciendo lo mismo de siempre.
El investigador del Colegio de Postgraduados (Colpos) expone que casi todos los agricultores utilizan el nivel correctivo, porque cree que los preparados de ajo, chile, tabaco o neem son la alternativa principal y no es cierto; en todo caso este es el último recurso.
La idea la respalda el doctor José García Hernández, miembro del Sistema Nacional de Investigadores (Nivel III), quien indica que “la prevención y convivencia, son claves en agricultura orgánica. Los productores orgánicos con experiencia actúan antes de que los problemas alcancen niveles de daño considerable. La costumbre de prevenir los problemas antes de que se presenten es quizá el aspecto más difícil de asimilar cuando se quiere convertir a producción orgánica, especialmente en los países subdesarrollados, en los que la mayoría de los agricultores están acostumbrados a combatir los problemas cuando ya no tienen remedio”.
Rodríguez Hernández puntualiza que la nueva visión de lo orgánico debe tener respeto por los demás organismos que habitan la “casita”; no puedes seguir matándolos. Tienes que cambiar de paradigma y buscar otras alternativas; el problema es que no hay gente en agricultura orgánica con esa perspectiva, porque a todos nos formaron en instituciones que enseñan a matar insectos.
Agrohomeopatía, vacunas para las plantas
Bajo esta concepción de lo orgánico, Cesáreo Rodríguez, parasitólogo egresado de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), trabaja con la agrohomeopatía, donde ha desarrollado preparados (Agronosodes) para combatir la roya de café y el virus del mosaico de la calabaza, con excelentes resultados.
La agrohomeopatía se basa en hacer un preparado con el mismo organismo que está afectando a la planta, una especie de “vacuna”. En el caso del café se toma la espora del hongo, con la que se hace el preparado, que se aplica para estimular el mecanismo de defensa de la planta. No actúa directamente sobre la plaga. Disminuye el diámetro de la pústula y se fortalece y protege la hoja, evitando su caída; hay fotosíntesis y el grano se llena.
La investigación se ha realizado en San Fernando Chiapas, y en la zona nororiental de Puebla y en Huatusco, Veracruz.
En el caso del virus del mosaico de la calabaza, destaca el investigador, a través de la prueba de Elisa demostramos que el virus disminuyó 73 por ciento sólo durante el tiempo de observación. Este sistema se puede extender a otros cultivos orgánicos y es relevante porque, incluso, en los químicos no hay cómo controlar virus.
Poner la lupa en la planta; no en la plaga
Los investigadores ponen la lupa a la plaga y estas técnicas que retomamos la ponen en la protección del cultivo, señala el investigador del Colpos, quien desde hace cinco años trabaja en esta área. “La agrohomeopatía no es para matar la plaga, ni para manejarla…es para reequilibrar al organismo vivo, desestresarlo, reconcentrar energías, fortalecer mecanismos de defensa y que la planta se defienda sola contra la enfermedad”.
Es un concepto totalmente nuevo en plantas y los agrónomos, entomólogos, parasitólogos no lo vemos porque durante 78 años no han obligado a matar fauna. Pero la connotación básica en agricultura orgánica es que no hay plagas; son insectos, compañeros del ecosistema, sólo no hay que dejar que se coman nuestro alimento, reflexiona.
El gran problema, reconoce Cesáreo Rodríguez, es que los agricultores siempre piden recetas de chile, ajo o neem y se las damos para atender una demanda y ayudar a la gente, pero no los orientamos en que eso no es lo adecuado.
Hace hincapié en un principio todo mundo ha estado equivocado en aplicar extractos de planta como primera opción dentro de la agricultura orgánica; pero la primera acción es ser preventivo, trabajar antes de que llegue la plaga, mantener el equilibrio dentro del ecosistema.
Rotación virtuosa
En su estudio Manejo de plagas en la producción de hortalizas orgánicas, José García, también profesor – investigador de la Facultad de Agricultura y Zootecnia de la Universidad Juárez del estado de Durango, describe que “la agricultura convencional busca –aunque pocas veces se logra– eliminar las plagas de un predio; en la orgánica se reconoce el hecho fundamental de que el sistema requiere de la presencia de todos los individuos para preservar la salud del mismo.
Es decir, se prefiere que existan algunas plagas, siempre y cuando no sobrepasen un nivel de daño aceptable y, para ello, se realizan toda clase de prácticas necesarias para el desarrollo de la fauna benéfica…”
Precisamente la rotación de cultivos propicia procesos ecológicos de regulación natural, es una forma preventiva que permite mantener en equilibrio las poblaciones de insectos e incluso patógenos, explica el ingeniero agrónomo de la UACh, Javier Zaragoza Ortega, quien cursa la maestría en fitosanidad, entomotología y acarología en el Colpos.
“Este sistema incorpora otras plantas que acompañan al cultivo de interés, que sirven como atrayentes de enemigos naturales, repelentes, áreas de refugio y ayudan a que exista cierta fauna, microflora o microorganismos que estimulen los mecanismos de defensa de la planta y que ésta sea menos susceptible a lo que llamamos plaga”.
Hace énfasis en que los insectos pueden existir siempre que su número no cause problemas a la planta o la producción y permitan al agricultor obtener un rendimiento aceptable que pague sus costos y obtenga utilidades. A veces los diseños funcionan muy bien en el aspecto ecológico, pero en el socioeconómico no. La propuesta es combinar ambos aspectos.
Bajo esta lógica, cuando se hace el diseño del cultivo –abunda– se deben considerar tres grupos de plantas: gramíneas (maíz, centeno, avena, cebada) que además de ofrecer alimento alternativo para enemigos naturales también les dan refugio; plantas con flores (mercadela, alyssum o panalillo), cuya función es servir como alimento a parasitoides, que tienen el hábito de alimentarse de polen y néctar; y aromáticas, donde está la lavanda o el ajo japonés, repelentes, que además tienen propiedades terapéuticas bien aceptadas en el mercado.
No obstante, en México se sigue el esquema de cultivos extensivos, donde se aplica sustitución de insumos y no el rediseño de sistemas para aprovechar los beneficios ecosistémicos para reducir costos en fertilización, regulación o control de insectos.
El investigador reflexiona que en superficies comerciales los cultivos orgánicos se vuelven muy vulnerables, porque y alrededor de ellos se usan químicos. Los insectos migran a donde no hay aplicaciones y se dispara su población y el agricultor tiene la necesidad de aplicar métodos de control directo: insecticidas vegetales, microorganismos, insecticidas microbiales o feromonas. Esto deriva en un aumento en costos de producción –añade– a la larga, porque los productores incrementan aplicaciones o recurren a productos de última generación, que son muy caros.
Con el sistema de rotación –recalca el investigador– existe la posibilidad de reducir por lo menos entre 30 y 50 por ciento los costos de producción. La idea fundamental es hacer a los agricultores menos dependientes de estos insumos para control de insectos.
Un caso de éxito de la rotación de plagas para atacar estos males se documentó el año pasado con calabacita orgánica en Nepantla, Estado de México, donde el número de aplicaciones contra mosquita blanca se redujo a cero, asegura Javier Zaragoza.
Los monocultivos –dice José García– tienden a incrementar plagas, en tanto los enemigos naturales son más abundantes en policultivos porque: hay más alimento disponible; un mayor número de hembras reproductoras (en monocultivos predominan los machos); y más diversidad microclimática, que favorece la llegada de más variedad de insectos.
Extractos y preparados orgánicos
Entre los más conocidos están los repelentes elaborados a base de ajo (Allium sativum), que se usan contra mosquita blanca, masticadores y algunos ácaros. El chile (Capsicum annuum y C. frutescens) es otro repelente de mosca blanca, trips y pulgones. El crisantemo (Chrysanthemum cinerariaefolium) es un insecticida natural con rápida acción sobre insectos voladores.
El neem (Azadirachta indica) tiene efectos en el comportamiento, desarrollo y procesos bioquímicos peculiares en los insectos; es biodegradable y tiene actividad sistémica en las plantas. Afecta insectos, garrapatas, hongos, bacterias y algunos virus.
El control biológico recurre a los enemigos naturales como las catarinas (Hippodamia convergens); la crisopa (Chrysoperla spp.) controla áfidos y mosquitas blancas; las avispitas Trichogramma se usa contra áfidos y lepidópteros. Otra alternativa más es el empleo de feromonas y atrayentes, que funcionan contra lepidópteros y gusanos.
Por último, Cesáreo Rodríguez expone que la visión que plantea “mueve” a los técnicos que no creen en ella; no aceptan que durante 50 años se han equivocado y quieren seguir matando insectos. Hay que recapacitar a la gente y decirle que existen otras opciones. Hay que remar a contracorriente.
*Director de www.imagenagropecuaria.com. Premio Nacional de Divulgación Periodística en Sustentabilidad 2015, Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Premio Nacional de Periodismo y Divulgación Científica 2014, CONACyT. Ha sido consultor de FAO.