Ana Isabel Rodríguez*
Cada año, el impacto de las plagas cuesta miles de millones de dólares por pérdidas de producción agrícola. En el combate de los insectos plaga, el uso de plaguicidas ha contribuido a eliminarlos, pero también matan a los enemigos naturales.
Este desequilibrio ha provocado que la cantidad de especies de plagas resistentes a los plaguicidas haya aumentado de unas pocas, hace 50 años, hasta 700 en el siglo XXI, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Para contrarrestar esta situación, el uso de enemigos naturales como parte de un sistema de control biológico de plagas, ha demostrado ser eficiente al ofrecer resultados de largo plazo al erradicar por completo una plaga; impedir el riesgo a la resistencia, ya que las plagas no pueden desarrollarla a sus depredadores naturales y reestablecer los niveles de control natural, entre otros beneficios.
En esta edición, el colaborador de Agro Orgánico, Ernesto Perea, explica que, en el mundo orgánico, hay una nueva tendencia que navega a contracorriente, la cual señala que las plagas no lo son más y que ahora se llaman insectos; que se debe buscar el equilibrio en el ecosistema con rotación de cultivos; y plantea prevenir antes de usar métodos de control directo, los cuales hay que reducir al máximo.
Con base en lo anterior –señala– algunos expertos coinciden en que el paradigma debe cambiar y enfocarse a la prevención y a aprender a vivir en equilibrio con los bichos o con el “enemigo”, antes de pensar en su eliminación o control.
También, este número de Agro Orgánico, la periodista especializada en agroindustria, Alina Archundia, señala que, si bien la producción de orgánicos en México se ha diversificado, aún no es muy palpable en el país, porque 90 por ciento de la producción certificada se destina a la exportación, principalmente a Estados Unidos que recibe alrededor de 80 por ciento y el resto a Europa, particularmente Alemania.
Sin embargo, México tiene un alto potencial como consumidor orgánico; según información de la Sociedad Mexicana de Producción Orgánica (Somexpro), después de Canadá, nuestro país es el segundo donde se consumen más productos orgánicos. Ante esta oportunidad, la agroindustria orgánica debe desarrollarse mediante la tecnificación en el proceso de alimentos con alto grado de especialización.
Ambos temas son un ejemplo de las múltiples oportunidades que integra la producción orgánica de alimentos; el objetivo es producir alimentos sanos e inocuos de forma sostenible. El reto: que estos sean accesibles en precio y cantidades suficientes para un número de consumidores que va en aumento. Sin duda, la tarea no pinta fácil, pero las perspectivas apuntan a que merece la pena el esfuerzo.
*Directora Editorial de Agro Orgánico
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