En la Unión Europea el nuevo marco legal comunitario impulsará tanto el consumo como la creación de granjas de insectos
En un mundo cada vez más poblado, parece que los insectos son el futuro de la alimentación. Todo indica que pronto los empezaremos a incorporar a la cesta de la compra. Al menos, eso es lo que aseguran los expertos y lo que sugiere la discreta, pero creciente, aparición de empresas que ya han empezado a vender comida a partir de estos pequeños invertebrados.
Crujientes ‘snacks’, barritas energéticas, hamburguesas e incluso barras de pan a base de grillos, hormigas, gusanos o saltamontes son algunas de las propuestas que han ido emergiendo a lo largo de los últimos años en el mercado. Una tendencia que se ve ahora reforzada por la nueva legislación sobre Nuevos Alimentos aprobada en la Unión Europea, que entró en vigor este 1 de enero y que, entre otros aspectos, incluye, por primera vez, a los insectos como alimento en toda la Comunidad Europea.
Hasta ahora, los pocos emprendedores que se habían atrevido a lanzar productos en este incipiente sector tenían que hacer frente a un vacío legal. Cada país tenía su propia normativa y no había armonización. Algunos, como Reino Unido, Holanda, Bélgica y, más recientemente, Finlandia o Suiza, autorizaban este tipo de alimentos, mientras que otros, como España, les ponían trabas.
Hace unos años, una tienda del famoso mercado de la Boquería de Barcelona, por ejemplo, tuvo que retirar su colorido surtido de insectos tras recibir un aviso de la Agencia de Salud Pública.
Pero las cosas están cambiando y, poco a poco, la introducción de los insectos en la dieta occidental se abre camino. Con las nuevas reglas, los procedimientos de autorización de un determinado alimento confeccionado a base de insectos serán más rápidos, seguros, eficaces. Y, sobre todo, servirán para todos los países de la UE. Entre otros progresos, la normativa prevé la creación de un sistema de aprobación centralizado, con el objetivo de dar mayor certidumbre a los emprendedores, al tiempo que se agilizan y simplifican los trámites.
«Evidentemente, el nuevo marco legal comunitario va a impulsar tanto el consumo como la creación de granjas de insectos y ‘startups’ destinadas a la producción de este tipo de alimentos», destaca la profesora de derecho de la Universidad de Alicante Teresa Cantó. En realidad, el nuevo reglamento es una actualización del que ya existía y no hace alusión sólo a los insectos, sino también a muchos otros alimentos que no se solían consumir en Europa antes de 1997, año en que fue aprobada una ley de estas características por primera vez.
En un sector alimentario cada vez más innovador, la normativa también beneficiará a los productores de alimentos confeccionados a partir de hongos, algas, microorganismos, así como los obtenidos a partir de cultivos de células o tejidos y los desarrollados a través de avances punteros como la nanotecnología.
En una nota de prensa, la Comisión Europea explica su intención de «ofrecer a los consumidores el beneficio de una selección más amplia de alimentos» y, al mismo tiempo, «un entorno más favorable para que la industria agroalimentaria, que es el segundo mayor sector de empleo de Europa, se beneficie de la innovación, algo que es bueno para el crecimiento y el empleo». Todo ello, «manteniendo un alto nivel de seguridad alimentaria», remarca el comunicado.
En varios países europeos, hay diversas empresas que ya han empezado a comercializar productos elaborados a base de insectos. Uno de los últimos ejemplos es el de Finlandia, donde, desde el pasado mes de noviembre, la empresa Fazer vende un nuevo tipo de pan confeccionado también con harina de grillo.
«Ofrece a los consumidores una buena fuente de proteínas y también les ayuda a familiarizarse con la comida a base de insectos», declaró a la agencia informativa Reuters Juhani Sibakov, jefe de innovación de la marca, tras el lanzamiento. Con un precio de partida superior al de las barras convencionales, está por ver si el nuevo pan convencerá a los compradores. Entre otros, podría interesar a quienes buscan alimentos sin gluten.
Pero, lo que está claro es que el uso de los insectos para el consumo humano está en auge. Este verano, una de las principales cadenas de supermercados suizos lanzaba una selección de hamburguesas y albóndigas elaboradas por la startup Essento que, en lugar de carne, llevan tenebrio molitor, considerado uno de los gusanos más sabrosos.
Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Austria, Dinamarca, Francia o Italia son otros de los países donde ya existe un pequeño nicho de mercado. La belga Green Kow, por ejemplo, vende cuatro cremas para untar también realizadas con tenebrio molitor. La receta es obra del chef local San Degeimbre, que cuenta con dos estrellas Michelin.
El licor Anty Gin es otra de las creaciones más originales. Se trata de una especie de ginebra realizada con los aromas de la formica rufa, la hormiga roja europea. En su caso, también tiene detrás firmas de prestigio: el organismo danés Nordic Food Lab, surgido tras la estela del restaurante Noma, uno de los mejores del mundo, y la prestigiosa casa de licores británica The Cambridge Distillery.
También en el Reino Unido, está Eat Grub, que vende ‘snacks’. Mientras que, en Holanda, está Proti-Farm, a la que pertenece Kreca, una de las primeras compañías de Europa que empezó a interesarse por este mercado.
Además de vender sus propios productos ya finalizados, esta compañía también vende polvo de distintos insectos a muchos fabricantes europeos, que lo utilizan como ingrediente base para sus preparaciones alimentarias.
Como uno de los grupos europeos más consolidados en el sector, las nuevas reglas aprobadas por Bruselas le van como anillo al dedo. «Más países dentro de la UE permitirán la venta de productos a base de insectos y esto nos abrirá más mercados e impulsará a la industria en su conjunto», destaca Mark van der Zanden, del departamento de comunicación y marketing de la empresa.
También llamada entomofagia, la costumbre de comer insectos es muy común en otras partes del mundo. Se estima que estos pequeños animales forman parte de la dieta de unos 2 000 millones de personas, sobre todo en África, Asia y América Latina. Y el hecho de que ahora genere tanto interés también en Occidente se debe, sobre todo, a las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que, desde hace unos años, insiste en la necesidad de incorporar los insectos en el menú como parte de la solución al hambre en el mundo.
Dado el importante impacto medioambiental del sector ganadero, la FAO considera urgente encontrar fuentes de proteínas más sostenibles. «Los insectos son una buena opción porque son muy nutritivos y, para producirlos, se necesita mucho menos espacio, y muchos menos recursos, como agua o comida», explica Arnold Van Huis, uno de los mayores expertos en la materia.
Autor del informe de la FAO Insectos Comestibles, este científico remarca que su producción «no generan casi gases de efecto invernadero y se pueden incorporar a la economía circular», es decir, para alimentarlos, se podrían aprovechar residuos vegetales, por ejemplo. En cuanto a los riesgos, destaca que «es más seguro comer insectos que comer carne, puesto que, taxonómicamente hablando, son mucho más distintos a nosotros que las vacas, los cerdos o cualquier otro de los animales vertebrados que solemos comer».
Profesor retirado de la universidad holandesa de Wageningen, hace años que Van Huis habla de ello y, si bien al principio, sus ideas eran recibidas con cierto escepticismo, hoy le satisface comprobar que van calando. «El interés crece de manera exponencial», señala. Aunque también admite que el sector todavía tiene que superar la barrera psicológica y cultural que existe en la mente de muchos ciudadanos. Comer insectos sigue dando asco a gran parte de la población occidental. Para lograrlo, propone introducir los insectos en productos con los que los consumidores ya estén familiarizados, como hamburguesas, pan, aperitivos.
Su utilización por altas autoridades del mundo de la cocina, como René Redzepi, el chef del restaurante Noma de Copenhague, considerado uno de los mejores del mundo, también puede ayudar. Por lo demás, «el cambio pasa por insistir en su alto valor nutritivo y su contribución en la evolución hacia un mundo más sostenible», concluye.
Con información de Reuters