La industrialización del campo tiene consecuencias desastrosas para el suelo y la biodiversidad que la Unión Europea trata de evitar promoviendo prácticas regenerativas.
Por César Javier Palacios*
Arar menos o casi nada, utilizar mínimas cantidades de fertilizantes químicos y productos fitosanitarios, abandonar los monocultivos, evitar el regadío, tener el ganado fuera de las granjas como si fueran rebaños salvajes y ser rentables. Es la revolución de las técnicas regenerativas. Suena a proyecto ecologista imposible, pero se ha convertido en uno de los programas estrella de la Unión Europea, institución que se muestra muy preocupada por la pérdida de la calidad de los suelos después de 40 años de prácticas ambientalmente insostenibles promovidas paradójicamente por ella misma.
Según Begoña Pérez Villarreal, directora general en el sur de Europa de la sección alimentaria del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT Food), cofundado por la UE, «el futuro tiene que ser regenerativo». Y lo justifica rotunda: «Los datos de escasa calidad del suelo en Europa son alarmantes. Hay que cambiar. Así no se puede seguir otros 40 años».
En ello están. Y con extraordinarios resultados previos. Porque este nuevo método agroganadero va mucho más allá de la producción en ecológico. Parte de una visión más integral u holística que tecnológica al convertir el suelo en protagonista y no en un mero sustentador de cultivos. Un cambio de paradigma que paralelamente reduce las emisiones de CO2 y favorece la biodiversidad. Tan revolucionario que, como resalta el organismo europeo, «la alimentación del futuro depende de extender esta práctica entre el sector primario».
¿Qué es la agricultura regenerativa?
Es un método agroganadero centrado en la mejora natural del suelo que incluye numerosas prácticas basadas en la sostenibilidad y la circularidad de los recursos naturales.
El objetivo es que sea el propio cultivo el que devuelva al suelo sus elementos de fertilidad, biodiversidad y nutrientes, para que conserve todas sus capacidades, y no como hemos hecho hasta ahora, aportándolo todo de manera artificial. Al ser más fértiles, los suelos logran una mayor capacidad de retención del agua y acumulan más carbono atmosférico, ayudando así a mitigar los efectos del cambio climático.
Con información de 20minutos.es