El Europarlamento atiende una demanda del sector y relajará los requisitos de certificación en 2021

Bruselas. – En la Unión Europea solo se pueden vender las semillas registradas. Y hasta ahora, para registrarse estas debían acreditar ser distintas, estables y homogéneas. Unos requisitos que impedían, entre otras cosas, que los agricultores —en especial aquellos que se dedican a la producción orgánica o ecológica— comercializaran su propia simiente por no ser uniforme.
Pero el Parlamento Europeo ha aprobado recientemente un paquete de medidas, que entrará en vigor en 2021, destinado a favorecer esa producción bio (que rechaza el uso de químicos sintéticos), con un alto valor simbólico. Sobre todo, al recoger la demanda recurrente de los agricultores de poder poner en el mercado sus propias variedades populares, aunque no sean homogéneas, y sin pasar por de registro proceso largo y costoso (podía salir por entre 6.000 y 15.000 euros).
«Se favorecerá la agrobiodiversidad, la autoproducción y el intercambio de simiente entre los agricultores, los verdaderos propietarios y mejoradores de esas semillas durante siglos», opina Víctor Gonzálvez, de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).
Wilson Hugo, experto de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura), coincide en que la nueva normativa traerá beneficios para la diversidad al permitir que los productores tengan y vendan sus variedades heterogéneas (es decir, que no se requiere una uniformidad de todos los ejemplares) sin mayores problemas y sin pagar por el registro.
El requisito de la homogeneidad o uniformidad se introdujo en la segunda mitad del siglo pasado, cuando la agricultura empezaba a industrializarse. Por un lado, porque esa uniformidad era la única forma de poder distinguir entre variedades. Por otro, porque las prácticas agroindustriales requieren esa homogeneidad para ahorrar costes y maximizar la eficiencia: asegurando, por ejemplo, que las plantas maduren al mismo tiempo para entrar con la cosechadora. Pero, desde los ochenta, con el auge de la propiedad intelectual, la uniformidad cobró más importancia aún para determinar quién era el dueño de cada variedad.
Estas nuevas medidas vienen a relajar las posibilidades y abrir las opciones de los agricultores, dentro de un enfoque político cada vez más medioambiental y algo menos enfocado a la producción. Pero no supondrán una liberalización completa del mercado semillero de la UE, hasta ahora uno de los más regulados. Seguirá habiendo una obligación de registrar —eso sí, sin coste— cada semilla que salga al mercado. Gonzálvez, de la SEAE, cree que hay que facilitar aún más ese registro para los pequeños agricultores.
Con información de El País