Entre los distintos problemas que se presentan en un ciclo agrícola de maíz, están la competencia con las arvenses, la presencia de plagas y la incertidumbre de los factores ambientales, como la precipitación en las etapas fenológicas que el cultivo lo demanda, sobre todo en esquemas bajo temporal.
Por Rita Schwentesius Schunemann y Benjamín Hernández Vázquez*
En México se siembran siete millones de hectáreas para la producción de maíz, lo que permitió la producción de hasta 26.5 millones de toneladas en 2022, tanto en sistemas bajo temporal como riego.
El destino de la producción es para autoconsumo, ya sea para el consumo en el hogar, para alimento de animales, así como para la obtención de semillas. Esto último es de gran relevancia sobre todo en unidades de producción que utilizan semillas nativas, esto es que los productores seleccionan su propia semilla.
Aunado a la importancia en la producción y formas de consumo, el maíz como cultivo es una actividad generadora de empleo. Tanto así que propicia la utilización de diversas herramientas e insumos, como son el uso de semillas, fertilizantes, entre otros que permiten la producción desde la siembra hasta la cosecha.
Aunque los sistemas de producción agroecológica tienen años desarrollándose y realizándose, en época reciente han tomado auge, sobre todo ante la necesidad de producir bajo esquemas sustentables que permitan la recuperación, conservación y mejora de la salud de suelos, así como la preservación de la biodiversidad, y reducir el uso de insumos costosos.
Entre los distintos problemas que se presentan en un ciclo agrícola de maíz, están la competencia con las arvenses, la presencia de plagas y la incertidumbre de los factores ambientales, como la precipitación en las etapas fenológicas que el cultivo lo demanda, sobre todo en esquemas bajo temporal.
En el caso de fenómenos como la competencia con arvenses, en la producción agroecológica se buscan alternativas que reduzcan el uso de herbicidas sintéticos. Sobre todo, en las primeras etapas de crecimiento del cultivo, a fin de mantener las condiciones óptimas para un buen crecimiento y desarrollo.
Dentro de las diversas actividades para mantener a las arvenses dentro de un margen que no afecte el rendimiento, existen el control cultural, control mecánico, control manual y el control químico. Este último, arraigado y utilizado recurrentemente por su alta eficacia y prontitud en la eliminación de las “malezas”.
Lee el artículo completo en la edición más reciente de Agro Orgánico: https://agroorganico.info/ediciones-digitales/
*Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Rural Integral (CIIDRI), Universidad Autónoma Chapingo