Los expertos llaman a una acción conjunta para proteger a este insecto, fundamental para los ecosistemas y la producción de alimentos
Se trata de unos insectos que, a pesar de ser molestos y temidos por los humanos, desarrollan una función esencial en el planeta Tierra. Las abejas cumplen varias funciones vitales, siendo principalmente polinizadoras, lo que significa que transfieren polen de una flor a otra, facilitando la reproducción de muchas plantas, incluyendo cultivos agrícolas. Además, producen alimentos como la miel y la jalea real, y también contribuyen al control de plagas a través de la distribución de hongos beneficiosos.
Además, son el único ser vivo que no propaga ningún tipo de enfermedad ya sea a través de hongos, virus o bacterias, dado que no transportan nunca patógenos. El problema de estos seres es precisamente que están viviendo un declive a nivel mundial y algunas especies incluso se enfrentan a la amenaza de extinción debido a varios factores.
Un estudio de la Universidad de Reading confirma ahora que las zonas de guerra, los microplásticos y el alumbrado público se encuentran entre las amenazas emergentes para la población de abejas. Son solo tres de las 12 amenazas para la próxima década que el informe ha detallado.
Un ejemplo es la guerra de Ucrania, que ha obligado a los países a reducir la producción de cultivos, dejando a los polinizadores sin alimento diverso durante toda la temporada. Igualmente, han descubierto que las partículas de microplásticos como el plástico PET están presentes en las colmenas de toda Europa tras analizar más de 300 colonias de abejas.
Además, diversos estudios han demostrado que la luz artificial, como la de las farolas, reduce en un 62 % la frecuencia con la que los polinizadores nocturnos visitan las flores, lo que impacta negativamente en los ecosistemas. Además, la contaminación del aire también afecta a estos insectos, comprometiendo su supervivencia, su capacidad reproductiva y su desarrollo.
Por otro lado, el uso de antibióticos en la agricultura ha alcanzado incluso las colmenas y la miel, alterando el comportamiento de los polinizadores al disminuir su capacidad para buscar alimento y visitar flores. A esto se suman los llamados “cocteles” de plaguicidas, una combinación de compuestos químicos que, aunque por separado puedan estar dentro de los límites considerados seguros para abejas y otros animales silvestres, al interactuar entre sí pueden generar efectos tóxicos y peligrosos. Estos hallazgos subrayan la complejidad y gravedad de las amenazas a las que se enfrentan los polinizadores en la actualidad.
El llamado de los investigadores es claro: desde los jardines urbanos hasta las explotaciones agrícolas y los espacios públicos, todo el paisaje debe transformarse en un entorno más acogedor para los polinizadores. Solo así se podrá garantizar su supervivencia y, con ella, la seguridad alimentaria y ecológica del planeta.
La emergencia que se extiende a otros insectos
Según un estudio del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido (UKCEH) y la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL), solo 12.100 del millón de especies de insectos conocidas han sido evaluadas en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. De ellas, un 20 % se consideran amenazadas, pero los investigadores hacen hincapié en que hay un 99 % de especies que no han sido evaluadas.
El año 2024 fue uno de los peores jamás registrados para las mariposas en el Reino Unido, según ha revelado el UK Butterfly Monitoring Scheme. Y este problema no se limita a las Islas Británicas, puesto que estudios en Europa y Norteamérica confirman que la situación es igualmente preocupante en esas áreas geográficas.
El declive de los polinizadores más populares, como las abejas y las mariposas, está también documentado. Las cifras hablan por sí solas: alrededor del 16 % de las especies de libélulas están en peligro de extinción, y las abejas han perdido el 60 % de su población desde la década de 1990. Pero los expertos alertan de que el foco mediático y científico sigue estando centrado en los insectos más “carismáticos”.
“Hay mucho interés en vigilar especies carismáticas como las abejas y las mariposas”, advierte el doctor Rob Cooke, modelador ecológico del UKCEH y uno de los autores principales del estudio. “Pero poca gente se preocupa por los insectos supuestamente desagradables, a pesar de que también nos aportan beneficios”.
Y es que más allá de su mala fama, hay insectos olvidados que cumplen funciones vitales. Las tijeretas, por ejemplo, son aliadas en el control de plagas en frutales, donde devoran pulgones sin causar daños a la fruta. Incluso la cucaracha, símbolo universal de repulsión, resulta ser una pieza clave en la descomposición de materia orgánica y en la salud del suelo. Sin embargo, es una de las especies menos estudiadas del planeta.