Los llamados “probióticos vegetales” son organismos promotores del crecimiento vegetal que mejoran el rendimiento y la sanidad de los cultivos.
Por Jesús Arévalo Zarco*
Los probióticos
Ocho mil millones no es un número fácil de imaginar; es la cantidad de habitantes que hay en el planeta; y también, según la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la cantidad de microorganismos que existen en una cucharada de suelo sano.
La salud del suelo está íntimamente ligada a la diversidad y actividad de sus microorganismos, por lo que proteger esta microbiota es fundamental para la productividad y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas. El uso de probióticos agrícolas aplicados de forma exógena como alternativa para sustituir insumos químicos y mejorar la calidad de los cultivos es una excelente estrategia.
Los llamados “probióticos vegetales” son organismos promotores del crecimiento vegetal que mejoran el rendimiento y la sanidad de los cultivos, siendo totalmente seguros para el ser humano. Son microorganismos vivos que se pueden aplicar al entorno de las plantas con el objetivo de mejorar su crecimiento, salud y productividad.
Estos microorganismos, principalmente bacterias y algunos hongos, se seleccionan por su capacidad para interactuar de forma positiva con la planta y su rizósfera. A diferencia de los microorganismos ya presentes en el suelo, estos probióticos exógenos se introducen en concentraciones definidas para potenciar funciones específicas.
Recientemente asesoré la tesis de Irma Rosa Castillo Padilla, donde con una revisión exhaustiva de artículos científicos, encontramos 35 géneros reportados con beneficios para los cultivos. Entre las bacterias más utilizadas como probióticos agrícolas destacan géneros como Bacillus, Azotobacter, Azospirillum, Pseudomonas, Rhizobium, Serratia y Streptomyces, entre muchos otros, debido a su capacidad de colonizar la rizósfera de las plantas y promover su crecimiento. Ciertos hongos como Trichoderma (antagonista de patógenos) o los formadores de micorrizas arbusculares cumplen funciones probióticas al asociarse con las raíces.
En todos los casos, para que un producto microbiano se considere un “probiótico” agrícola genuino, debe contener microorganismos vivos (no solo extractos o metabolitos) y no incluir sustancias químicas activas añadidas, de modo que sus efectos provengan directamente de la actividad biológica de los microbios introducidos.
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*Jesús Arévalo Zarco, es un apasionado del agro. Se dedica a asesorar productores, evaluar tecnologías en campo, impartir capacitación técnica y seguir aprendiendo todos los días. Además de su labor profesional como director de investigación en Fertilab e Intagri, también es agricultor a pequeña escala, convencido de que la agricultura se entiende mejor con las botas puestas.