Ante el cambio constante en la volátil narrativa del presidente Trump, la recomendación de algunos especialistas del sector para los productores, apunta hacia la diversificación de mercados y medidas preventivas que les permitan mantener la competitividad.
Por Ana Isabel Rodríguez*
La guerra arancelaria de Donald Trump ha creado un ambiente de incertidumbre que amenaza la estabilidad económica de varios sectores. En el caso del agroalimentario, la imposición por parte del Departamento de Comercio de Estados Unidos de un arancel del 20.91% a las exportaciones de jitomate mexicano a partir del 14 de julio, afecta no sólo a los productores, también lo hace con toda la cadena productiva: desde quienes empacan y transportan, hasta quienes comercializan el jitomate en México y Estados Unidos.
La medida responde a presiones internas de productores estadounidenses, quienes acusan a sus pares mexicanos de competir con precios demasiado bajos. El acuerdo antidumping establecía controles y precios mínimos para evitar el dumping –la práctica de vender por debajo del costo–, pero al concluir el trato, el jitomate mexicano queda expuesto a un impuesto del 20.91%, encareciendo su entrada al mercado estadounidense.
México es el séptimo productor mundial de tomate y el principal exportador; el tomate es el quinto producto más exportado, con un valor de 3 mil 200 millones de dólares y más de 1.8 millones de toneladas anuales. 98% del jitomate que México exporta tiene como destino Estados Unidos, lo que evidencia la alta dependencia de nuestro país de este mercado.
Aunque se espera que la Secretaría de Economía busque resolver la disputa a través de los mecanismos del T-MEC, ante el cambio constante en la volátil narrativa del presidente Trump, la recomendación de algunos especialistas del sector hacia los productores apunta hacia actuar preventivamente ante escenarios inciertos.
Al respecto, Oscar Woltman de Vries, experto en asesoramiento agrícola y fundador de Phoenix Consultoría, considera que los productores deben acercarse a sus clientes para analizar las soluciones posibles ante la imposición de aranceles o una cuota dumping y que estas queden establecidas en los contratos.
“En los contratos que firmen, pidan que se incluyan las condiciones sobre cómo actuarán en el caso de una imposición de aranceles a las importaciones de tomate, pepino, berenjena, etcétera, porque los productores no pueden absorber solos esa carga”.
Asimismo, opina que en el mediano y largo plazo, los productores en México estarían mejor sin un acuerdo de suspensión, porque este impone condiciones administrativas “ilógicas, innecesarias e injustas”, que provocan que cada año los productores vendan el tomate por debajo de su costo, lo que reduce sus utilidades y, de alguna forma, frena su crecimiento.
Por otra parte, señala que, si las operaciones dependen de un precio mínimo para ser rentables, significa que los productores no están preparados para un mercado abierto.
“Si no estás preparado para un mercado abierto, no estás abierto a la competencia porque estás protegido por un precio mínimo. Y esto hace que se pierda la eficiencia. El 14 de julio entra en vigor la tarifa dumping y si esta permanece durante, digamos, seis meses, muchas empresas están en riesgo de bancarrota.
Entonces, a reserva de que se firme otro acuerdo, los productores deben pensar: ¿Cómo puedo ser más productivo, reduzco mi costo de producción, soy más eficiente y más competitivo? Por eso digo: enfócate en tu operación a tal grado que, en el peor de los casos, te vaya bien”.
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