Las saponinas representan una defensa natural en las plantas que la industria de insumos agrícolas ha sabido capitalizar, integrándolas en formulados que abarcan desde el biocontrol hasta la bioestimulación.
Por Staff Bioestimulantes Agrícolas*
En el campo de los metabolitos secundarios de las plantas, las saponinas se muestran como compuestos de una versatilidad notable. Su nombre, que evoca la capacidad de generar espuma similar al jabón, apenas revela la complejidad de sus funciones.
Más allá de esta característica, las saponinas representan una defensa natural en las plantas que la industria de insumos agrícolas ha sabido capitalizar, integrándolas en formulados que abarcan desde el biocontrol hasta la bioestimulación.
En este sentido, su rol se ha visto reforzado y clarificado gracias a marcos normativos como el Reglamento de la Unión Europea (UE) 2019/1009, que define y ordena el mercado de los productos fertilizantes en Europa.
¿Qué son las saponinas?
Las saponinas son glicoalcaloides que las plantas sintetizan como parte de su sistema de defensa. Su estructura química es dual: se componen de una parte soluble en agua (un azúcar o glicano) y otra soluble en lípidos (una aglicona, que puede ser un esteroide o un triterpeno).
Esta naturaleza anfifílica, con una “cabeza” hidrofílica y una “cola” lipofílica, es la clave de su mecanismo de acción y de sus múltiples aplicaciones en la agricultura.
Dependiendo de la estructura de su aglicona, se clasifican principalmente en dos grandes grupos: las saponinas esteroidales, presentes en plantas como la yuca del desierto (Yucca schidigera), y las saponinas triterpénicas, características de especies como el árbol del jabón (Quillaja saponaria). Ambas, aunque con orígenes botánicos distintos, ofrecen funcionalidades de alto valor agronómico.
Mecanismos de acción de las saponinas y su funcionalidad agrícola
La principal función defensiva de las saponinas se basa en su capacidad para interactuar con los esteroles, lípidos fundamentales en las membranas celulares de numerosos organismos, incluidos los hongos patógenos y los nematodos.
Al entrar en contacto, las saponinas se insertan en estas membranas, creando poros que desestabilizan su integridad. Esto provoca una fuga del contenido citoplasmático y, en última instancia, la lisis celular. Este modo de acción físico dificulta enormemente que los organismos diana desarrollen resistencias, un atributo de gran interés en las estrategias de manejo integrado de plagas.
Sin embargo, su utilidad va más allá del control de patógenos. Como bioestimulantes, las saponinas actúan a nivel del suelo y la rizosfera. Su propiedad tensoactiva reduce la tensión superficial del agua de riego, lo que mejora significativamente la infiltración y la distribución homogénea de la humedad en el perfil del suelo.
Esta acción es especialmente valiosa en suelos compactados, hidrofóbicos o con problemas de salinidad, ya que facilita el lavado de sales del bulbo húmedo y optimiza la disponibilidad de agua y nutrientes para el cultivo.
Esta mejora en la eficiencia del uso de nutrientes y el aumento de la tolerancia al estrés abiótico, como el hídrico o salino, son precisamente dos de las características que el Reglamento (UE) 2019/1009 reconoce para definir un bioestimulante de plantas.
Al favorecer un entorno radicular más equilibrado, las saponinas también promueven la actividad de microorganismos beneficiosos, contribuyendo a la salud general del suelo.
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