Con la terminación del Acuerdo de Suspensión del Tomate el pasado 14 de julio, los exportadores mexicanos enfrentan múltiples desafíos; quizá los principales sean mantener el ordenamiento del mercado y apostar por nuevos mercados y productos, con la unión del sector productivo como única certeza ante la falta de acuerdos entre los gobiernos de México y EE.UU.
Por Ana Isabel Rodríguez*
La Paz, BCS (México).— En los últimos ocho años, el valor de las exportaciones hortofrutícolas de México pasó de 20 mil millones de dólares a 50 mil millones. De este valor, sólo el aguacate y el tomate representaron 15 mil millones de dólares.
El destino principal de las exportaciones mexicanas de tomate sigue siendo Estados Unidos; de acuerdo con el Banco Mundial, Estados Unidos consume 6,500 millones de libras de tomate fresco al año. De este volumen, México aporta el 66%; según cifras del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), sólo en 2023 las exportaciones de tomate mexicano a EE.UU., superaron los 2,180 millones de dólares.
Sin embargo, con la terminación del Acuerdo de Suspensión del Tomate el pasado 14 de julio –que establecía reglas para la venta de tomate mexicano sin aranceles– las exportaciones de esta hortaliza quedaron expuestas a sanciones comerciales, al imponerse un arancel del 17.09%
La Universidad de Texas A&M proyectó que el arancel del 17% impuesto por Estados Unidos a los tomates mexicanos podría causar un impacto económico negativo de 8,330 millones de dólares en la economía estadounidense, debido a daños directos e indirectos en el mercado.
En México, el impacto previsto no sería menor. Tres cuartas partes de la cosecha nacional de tomate en el país son producidas por Sinaloa, Sonora y Baja California sur. De acuerdo con información de DataMéxico, de la Secretaría de Economía, en 2023 el valor de las exportaciones de tomate de estos tres estados ascendió a 1,647 millones de dólares. Hoy estos ingresos están en riesgo.
En opinión del ingeniero Alfredo Díaz Belmonte, director general de la Asociación Mexicana de Horticultura Protegida (AMHPAC) el desafío está en que prevalezca el esquema de exportación para el tomate y mantener el ordenamiento del mercado que se había logrado con el acuerdo de suspensión.
Sin embargo, de momento este escenario parece imposible; además, medidas como el Acuerdo que fija precios mínimos de exportación para el tomate fresco de origen mexicano –anunciado en agosto pasado por las secretarías de Economía y de Agricultura y Desarrollo Rural– tampoco son una alternativa sostenible en el largo plazo; si bien las autoridades consultaron a los productores, no se acordó con ellos los precios mínimos, por lo que estarán sujetos a revisión.
Entrevistado en el marco del Congreso anual de la AMHPAC –celebrado del 27 al 29 de agosto en Los Cabos, BCS– el ingeniero Díaz Belmonte consideró que esta coyuntura ha permitido retomar temas que ya han sido considerados por la asociación, como la inteligencia comercial, la diversificación de mercados y de cultivos.
“Este año, en Foodex Japón validamos la hipótesis de que las hortalizas mexicanas son muy apetecibles para el mercado asiático, especialmente bell pepper, pepinos y variedades de especialidad, en las que no hemos incursionado porque durante muchos años nos enfocamos en el mercado norteamericano”, explicó el director de la AMHPAC.
Agregó que está sobre la mesa retomar el “mapeo” hecho del mercado europeo, donde existen oportunidades para la exportación de productos procesados. “Como exportadores, tenemos ventajas competitivas porque conocemos el camino en producción, en logística, para venderle al mercado más grande del mundo: Estados Unidos”.
Aunque de momento, precisó, “es importante validar nuestras hipótesis para crear planes de negocio con base en la factibilidad técnica, económica y financiera de migrar a otros productos; al final, el mercado es quien nos indica qué debemos producir con base en la demanda”.
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